Gimnasia bancaria

Por Andrés del Bosque (Desde España)
Esta hermosa primavera invita a correr por el Retiro madrileño. Dos perímetros hacen unos 9 kilómetros, no está mal para experimentar esa sensación de libertad y gozar los efectos de la dopamina. Imaginando que estamos en un Reino en que se mide el crecimiento del país en término de Felicidad Interna Bruta, en lugar de limitarse a medir el prosaico Producto Interno Bruto. Correr por este Retiro de príncipes evoca a los Reyes Iluminados. Uno puede imaginar a Felipe IV corriendo junto al conde duque de Olivares huyendo de la bancarrota y a los banqueros Fugger corriendo detrás. Y así en este paisaje bucólico,igual que el de hace unos años, seguimos todos corriendo mientras nos pisan los talones los banqueros alemanes. Una gimnasia bancaria la podríamos llamar, perfectamente.
Todos fingimos hacer footing, pero en verdad estamos entrenando para huir. Para escapar cuando se restauren las cárceles abolidas en el siglo XIX, pero no tan lejanas de convertirse hoy, en un interesante nicho de mercado. De hecho el Gobierno griego está pensando en transformar provisionalmente algunos campos militares en centros de detención para personas que hayan cometido delitos económicos menores. ”No estamos hablando de campos de concentración”, dice el viceministro de Justicia, Kostas Karagunis, se está “intentando dar una solución a la masificación carcelaria y buscar alternativas para los reos que cumplen penas por delitos menores”. Es decir, por el impago de deudas a Hacienda o la Seguridad Social que oscilen entre los 5,000 y los 75,000 euros, se propone la colocación de pulseras electrónicas o la reclusión en denominadas cárceles agrícolas, donde los reos trabajen en el campo y asi un día de trabajo equivalga a dos de prisión. “El uso de algún campo militar solo se haría hasta que estén habilitadas las suficientes cárceles agrícolas”, subrayó el viceministro.
Durante siglos existió en Europa la compensación de la deuda a través de la prisión. En las masificadas cárceles británicas del siglo XIX, los presos condenados por insolvencia debían permanecer encarcelados hasta que liquidaran el pago de sus deudas; es decir, como el moroso, o sus allegados carecieran de recursos, el preso podía morirse de viejo encerrado de por vida en la prisión. Aquella norma también incluía un curioso efecto colateral: si el insolvente tenía familia, todos sus miembros podían trasladarse a vivir a la cárcel junto al convicto, compartiendo su celda con él , como fue el caso del novelista Charles Dickens que estuvo encerrado con su padre y el resto de su familia en la prisión londinense de Marshalsea.
Cuando ya voy terminando mi segunda vuelta en el kilómetro octavo observo que el mismo Retiro, es un lugar en el que la gente parece no hacer nada, unos ancianos pedalean en unas bicicletas que no se mueven, unos perros cagan y saltan a gusto, unos amantes se besan, unos inmigrantes de piel oscura se pasean, unas “guiris” se echan bronceador en bikini, todos parecen estar ociosos, y sin embargo las rejas del Retiro sugieren que ese bucólico espacio en lugar de estar consagrado al ocio, podría estar consagrado al Negocio. Estoy convencido de que una buena parte de la gente que corre por allí, va huyendo de alguna deuda o hipoteca. Después de todo, nuestra deuda pública es tan alta y sigue creciendo, que todos los que no somos acreedores acabaremos convirtiéndonos en deudores. No estoy insinuando que hagamos del Retiro una cárcel de deudores que sea rentable. No todavía. No, porque en esta involución aún no llegamos a una situación como la de la Bancarrota Pennsylvania en 1785 que fue toda una odisea. Los deudores eran azotados en público frecuentemente, o eran sometidos a todo tipo de castigos públicos.
Y para asegurarse que nadie les prestara dinero otra vez les marcaban en el pulgar la T de Tudor. No solo lo sufrieron personas de origen humilde sino también figuras importantes como Thomas Jefferson, que de no haber fallecido a tiempo hubiera ido a la cárcel por el pecado de bancarrota.
Mañana volveré a correr por este Retiro maravilloso consagrado a la libertad y al ocio y concentrando mi mente en la belleza de las ardillas, el amor de los jóvenes que se besan, y el ocaso alegre de los ancianos pedaleros alejando todos mis pensamientos de las políticas griegas para aterrorizar a la población , en las que se vuelve a criminalizar la pobreza, y donde a partir de una deuda de 5.000 euros con el estado, por el concepto que sea, este te ofrece la posibilidad de pasar encerrado un tiempo “viviendo en unas cárceles humanas”.
¿En estas cárceles más humanas estará pensando, seguramente, uno de los hombres más ricos del Mundo, Carlos Slim, cuando ha liberado a la empresa Homex de gran parte de sus pasivos, invirtiendo así en prisiones? En fin, el único español condenado en Grecia, que pide su traslado a España porque está pasando hambre podría ampliar o disipar esta alucinación que he tenido seguramente provocada por la hiperventilación y el exceso de dopamina en mis neurotransmisores. Una especie de euforia inmotivada al constatar de que en España –todavía- estamos tan lejos de lo que ocurre en Grecia. ¿O no?
*Andrés del Bosque es actor, director, dramaturgo, investigador y maestro.
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