A propósito de Ernesto

Por Claudio Barbas. Siempre me ha llamado la atención cuando una agrupación teatral se encarga de escenificar algún clásico de la literatura teatral.

Por Claudio Barbas (desde Brasil)

Siempre me ha llamado la atención cuando una agrupación teatral se encarga de escenificar algún clásico de la literatura teatral. La curiosidad va por el lado de ver el resultado que obtienen, algunos grandes aciertos, otros mejor ni acordarse. Quizás esa misma curiosidad tendrían los que han seguido la trayectoria de la promisoria compañía Teatro de Chile, dirigida por Manuela Infante, al saber que se harían cargo de la puesta en escena de la obra «Ernesto» (estrenada hace unos años y que tuve la oportunid de ver en Chile el semestre pasado de este año), una de las más antiguas y desconocidas obras del teatro chileno, escrita por Rafael Minvielle (un español que se avecindó en Chile) y que fue estrenada el año 1842.

Al inicio, vemos al elenco entrar a la sala de representación a dar cómicas explicaciones, un poco con timidez al inicio, respecto de porqué no podrán hacer la obra ahí -originalmente sería en el Teatro Municipal de Santiago- pero las autoridades dieron prioridad a la compañía alemana de Pina Bausch, y se quedaron con toda la escenografía lista sin poder instalarla en este nuevo espacio en que se encuentran, que es mucho más pequeño. De este modo, van dando todo tipo de esclarecimientos técnicos y personales, y contandonos como sería lo que representarían -acelerando el ritmo de narración- y sólo utilizando las palabras y sus propios cuerpos: en un espacio desocupado, comienzan a hacer trabajar la imaginación de los espectadores, pues “lo que no está allí o no es real en el espacio-temporal presente es hecho aparecer como tal en nuestra mente y sensibilidad mediante su re-presentación ficcional”.

En este convivio teatral, los actores asumen un personaje pero no lo representan convencionalmente, sino que son ellos mismos describiendo esa posible representación a través de las palabras.Luego de esta no representación de la representación, el ejercicio de imaginación se vuelve aún mucho más intenso, cuando la luz de la sala se apaga por completo quedando a oscuras por varios minutos.

La oscuridad se impone como práctica directa de la enajenación del pensamiento por sobre la imagen, lo que se constituye mediante el relato de los actores, quienes en una interesante propuesta narrativa mezclan lo cotidiano, e incluso el humor, con un intenso análisis y descripción de lo que pasa por la mente de los personajes, cuentan la idea de la escenificación de la obra inicial y las sensaciones y pensamientos que tienen mientras la montan o deberían montarla. Esta experiencia permite que el espectador evidencie la reflexión y se involucre con ella a través de la palabra, de lo que está sucediendo o lo que podría pasar. Así llevan al público a un nivel sensorial al límite, ya que la imaginación debe agudizarse al máximo creándose una poiesis del espectador.
11951988_10206490119264810_4120428041218916435_n «Ernesto». Fuente: www.jhcnewmedia.org.

Luego de esta extensa experiencia en la oscuridad, la luz vuelve y vemos a los actores inmóviles, cada uno en una posición extra-cotidiana, hablando con una intensa carga dramática, de Ernesto, de la escena, de lo que sienten sin moverse y también imaginando que huyen de allí, transpiran sus cuerpos, ysus músculos parecen contraídos hasta desmoronarse.

Teatro de Chile toma la obra “Ernesto” como un pre-texto para crear su propia obra, utilizando un espacio vacío de escenario donde no hay elementos escenográficos, hay ideas y teatralidad, contando sólo con los cuerpos y voces de los actores en escena.“Si en el teatro el actor es el portador de la teatralidad –axioma que Peter Brook tomaría gratamente–, todos los sistemas significantes –espacio escenográfico, vestuario, maquillaje, narración, texto, iluminación, accesorios– pueden desaparecer sin que la teatralidad escénica sea afectada en profundidad”.

Tomaron el texto de Minvielle, lo analizaron, extrajeron las ideas que los seducían y crearon una nueva dramaturgia que recoge sólo algunos parlamentos del original,para construir una escena del texto, la cual “…tendría por característica la simultaneidad y una cierta imprevisibilidad que dejarían libre curso al director de escena y al actor”. Con estoponen en la cuerda floja no sólo las convenciones teatrales, sino también las del pensamiento, realizando un cruce entre las temáticas, que nos conectan a distintos planos como el de la historia de Ernesto, el supuesto montaje que se realiza en el Teatro Municipal, el montaje que se imita en la sala donde vemos la obra, las elucubraciones de los personajes entorno a esta acción y los posibles sucesos que podrían desatar las reflexiones que se producen mientras montan la obra.

Asumen todos los riesgos para ofrecer una experiencia teatral absolutamente radical, una lectura libre y nueva de este texto del siglo XIX, que apunta a cuestionar de qué ideales se habla en el imaginario histórico del país y cómo ese imaginario se desarma, creando una experimental y despojada puesta en escena donde los protagonistas son las contradicciones que han acompañado a Chile en su historia hasta la actualidad: “el proyecto independentista chileno y americano estuvo impulsado por ideas liberales e ilustradas recogidas de procesos sociales y culturales foráneos. Este proyecto de nación ‘moderna’ se construyó fundamentalmente mediante -y en- el discurso, desplegando todo el poder de la palabra como edificadora de la realidad. Un discurso que construye -cuando imagina- un nuevo país independiente, que, así mismo, nunca dejará de parecernos en parte imaginario, en parte dependiente”.

Esta interpretación opuesta es la fuente de la que despega esta versión que ofrece un cuestionamiento de raíz, sin temor a lo tautológico ni a inquietar perceptiva y mentalmente al espectador, quebrando las convenciones teatrales y creando las propias, para realizar un viaje donde el espectador se va sumergiendo lentamente, ya que lo que al principio parecía un juego se va extremando al máximo, en términos tanto sensoriales como de reflexión.

Se hace un cuestionamiento al lenguaje, al pensamiento, a los ideales de una nación. Proponen una reflexión sobre la representación en la escena y en la vida, la construcción de la realidad y la dicotomía entre emoción y pensamiento. Todo esto usando la palabra como acto performativo, que constituye la acción y el objeto por el solo hecho de la descripción.El yo sentí, yo pensé, yo debía decir, yo podría hacer, son puntos de partida a las múltiples posibilidades que conectan una idea con otra, un pensamiento con una acción, una posibilidad de interpretar que todo está unido, que la dependencia no está solamente ligada a los acontecimientos históricos, a un ejército realista, al amor, al vivir, a nuestra edificación de la realidad y la que vemos edificada, sino que se manifiesta en cada uno de nosotros y que combate con la independencia de la razón y la reflexión. Y aquí aparece también la teatralidad ya que esta“es una “ubicación del sujeto” con relación al mundo y con relación a su imaginario”.
10421321_10206490128905051_5926853884405215208_n La directora Manuela Infante. Fuente: www.tapiz.org.

En cuanto a la espacialidad la compañía opta por trabajar sin escenografía, algo que es bastante complejo pues los actores solemos tener ese soporte, del espacio que se propone para apoyarnos en ello, pero aquí solo la palabra hace que esa espacialidad sea construida en la mente del espectador, donde la voz cumple un rol fundamental, pues ésta “se expande en el espacio y penetra tanto en el oído del oyente y en el de quien la profiere” , pudiendo así crearse tantos espacios como espectadores estuviesen presentes.

Como última reflexión, me parece que también lo que ha intentado esta compañía con este montaje es “guiar el ojo del espectador…”, “hacerle experimentar el texto performativo manteniendo presente en su espíritu el “texto”, he allí el rol del actor y el del director escénico. También está ahí el placer del teatro”. Creo que esto es uno de los objetivos que actualemnete se plantean muchos teatristas en esta nueva era postmodernista.

*Claudio Barbas, es Licenciado en música, Licenciado en Actuación y Actor titulado en la Universidad Católica de Chile.

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