E.A.O. Ocupación: El asalto militar a la UTE en 1973.

Por Mario Lagomarsino Barrientos. Compañía de teatro reconstituye cómo se vivió el golpe Estado y el asalto de la ex UTE.

Por Mario Lagomarsino Barrientos (desde Santiago de Chile)

Más o menos a las 20:00 horas abrieron la puerta principal de la calle Ecuador. En el portal, uno con cotona azul, con unas letras que decían EAO (como fue antes el golpe) que hacía de portero, chequeó a los que tenían reserva. Cuando me preguntó si tenía reserva le dije que no, pero que no pensaba irme, porque yo había estudiado allí y porque esta era la última función. Sonrió y siguió comentándonos, muy brevemente, que se esperaba al presidente que vendría a inaugurar la actividad de ese día. Algunos no entendían ‘por qué vendría la presidenta’, escuché un comentario, y él insistía: el presidente. Unos minutos después de seguir anunciando lo mismo, mencionó la exposición antifascista e insistió en que había que esperar otro poco. Se juntó más gente, la mayoría jóvenes de 20 a 30 años, estábamos muy apretados, había poco espacio. Hasta donde podía ver habíamos tres o cuatro viejos entre el público, el portal estaba lleno, había gente en la calle.

Testimonio del profesor Samaniego.

Al rato una muchacha comenzó una cuática en la puerta porque quería pasar y a gritos llamaba al portero para afuera: ¡Bernardo, Bernardo, por qué hay tanta gente, qué pasa, venga, venga afuera! Bernardo, el de la cotona, trató de calmarla y varias veces explicó que ella era una vecina de la Villa Portales, que todos días, como mucha gente cruzaba la universidad para pasar a su casa. Con su alteración captó la atención de todos, se sentía que era algo molestoso, pero ella, divertida, pasó a servirse algo de comer en una mesa dispuesta para la actividad con el presidente. Celebró el coctel, algunos comentamos que no se sabía si era actuación o verdad. Bernardo se movía entre la gente, abrimos una pasada hasta la calle por donde pasó y siguió insistiendo que esperábamos al presidente que vendría. En un momento mencionó un anuncio de plebiscito del presidente. De pronto preguntó en voz alta si alguien venía del centro, porque alguien avisó que muchos militares estaban pasando por la Alameda. Se produjo un tumulto en la puerta y entró toda gente que estaba en la calle. Otro actor avisó que la actividad se suspendía y que por seguridad cerraban la puerta. Algunos protestaron, pero finalmente todos entraron y nos invitaron a pasar al primer patio para que ‘Hugo tomara una foto de los que llegamos a la actividad’. La tensión estaba instalada.

En ese instante la muchacha vecina de la UTE, llorando, inició a todo pulmón un intenso y sobrecogedor monólogo describiendo una historia con nubes de humo negro que oscurecían todo el cielo y ríos de sangre pasando por las calles. Dicha su última palabra, hubo un ruido sordo indefinible y nos gritaron que corriéramos adentro a los patios de ingeniería a resguardarnos. Había focos intensos alumbrando algunas partes y el centro del patio. Allí se instaló el portero hasta que llegó todo el público.

En ese instante hubo un par de disparos desde la oscuridad del segundo piso y el portero gritó que nos refugiásemos en el casino, algunos ayudaron a poner un ritmo de tropel corriendo. Entramos rápidamente y nos instalamos en las sillas y mesas. Habíamos cerca de 250 personas allí. Cerraron la puerta. Otros actores entraron a la escena conversando a gritos, informando lo que estaba pasando en el centro y pidiendo información sobre qué pasaba en el otro lado de la UTE, en la casa central, en el Pedagógico de la UTE. Transmitían la confusión del momento y el miedo creciente. Se discutía que hacer, se alteraban, decían que no había radios ni teléfonos, ni informaciones. En un momento golpearon fuertemente la puerta y se produjo silencio, solo se oían los golpes.

Una de las escenas de la representación.
Una de las escenas de la representación. Foto: la nacion.cl, Esteban Garay.

Alguien gritó: soy fulano! un dirigente estudiantil y le abrieron. Entró muy agitado diciendo que los milicos estaban entrando por el otro lado de la universidad, que lo habían reconocido como dirigente, que un pendejo de no más de 18 años lo había apuntado con fusil amenazándolo, que exigían la entrega de las armas que supuestamente se almacenaban en la UTE, que no querían aceptar que no hubiese armas, que por la mañana habían matado a los dos compañeros que cuidaban la radio de la universidad que había sido destruida. Los actores quedaron helados un momento y se reinició la discusión entre organización y acción.

De pronto alguien arrastró sillas y comenzó a bloquear la puerta principal. No necesitaron invitar al público para continuar agrandando la barricada con sillas y mesas, se notó experiencia en ello.

Continuaron discutiendo sobre qué hacer y auto-recriminándose por no tener ningún plan para enfrentar la situación enredados en la discusión sobre organización y la acción correcta. La dinámica era muy rápida. Se llamó a la calma y se pidió votar levantando la mano, entre abandonar enseguida la universidad o permanecer en ella y esperar los acontecimientos. Casi todos votamos, una pequeña parte del público votó por abandonar, los demás, la mayoría votamos por permanecer. El público, estábamos, enganchados emocionalmente. Uno de los dirigentes gritó que fuéramos a refugiarnos al Taller de Metalurgia y abrieron otra puerta para salir por atrás, cruzando el pequeño casino de académicos.

Mientras caminamos se escuchó una canción de Camilo Sesto de la época, pero al llegar, ese casino estaba con humo y lleno de sillas como una sala de teatro. Fue un quiebre con la emoción que traíamos. Allí estaban representando una cena de una familia de militares. Un coronel uniformado, jefe de familia, su esposa cuica, su hija y su novio, también uniformado como oficial del ejército, que durante todo el rato que no comía o no reía estuvo presto a desenfundar su arma. Estaban jugando al juego de roles con pago de penitencias, una hizo un bailecito, jugaban a adivinar quién era el personaje. De pronto un personaje vestido de civil con impecable camisa gris-milico, que estaba parado como estatua a un metro de la mesa, interrumpe la velada y habla incoherencias sobre que no puede dormir. Todo se altera, el novio empuña su pistola sin sacarla, le exigen identificarse, juegan con él largo rato entre amenazas, webeo y risas, logran saber que es un oficial frustrado que no tuvo don de mando y por eso fue sacado de las filas.

Escena en el interior de la ex UTE
Escena en el interior de la ex UTE. Foto: la nacion.cl, Esteban Garay

Finalmente logra decir qué quiere y militarmente pide a su coronel permiso para hablar y contarle un sueño, que no le da paz, que no puede dormir. El coronel, también militarmente le concede permiso para contarlo. El sueño se trata de un hombre gordo enorme y sudado, sebiento que toca un xilófono enorme, de metros y metros, compuesto por huesos humanos; la notas bajas y graves las hace golpeteando huesos gruesos y de las paletillas, las otras menos graves las hace golpeteando fémures, tibias, húmeros, radios, costillas, y las notas más agudas y claras las hace contra huesos de manos, pies y dientes. El gordo es un general que hace música macabra, y suda corriendo de extremo a extremo del xilófono.

La familia del coronel queda en silencio sorprendida. Le preguntan qué quiere decir con eso y contesta que ese sueño y otros sueños no lo dejan dormir, que en otros sueños vienen mujeres, madres preguntándole dónde están sus hijos, vienen niños, muchos niños preguntando por sus padres y madres. Que todo lo que cuenta tiene una explicación, que sufre esta tortura porque el coronel le dio la orden de disparar a cualquier cosa que se moviera y que lo hizo, pero quien estuvo en la primera línea con sus hombres fue él, no el coronel ni el general, que él mismo es el responsable del horror y todo ese horror no lo deja dormir.

Otra de las escenas interiores de la representación
Otra de las escenas interiores de la representación. Foto: la nacion.cl, Esteban Garay.

Le preguntan varias veces qué quiere: balbucea incoherencias hasta que dice que lo que quiere es que su coronel le dé la orden de descansar, da a entender que pide a su coronel que lo saque de esa situación mental infernal, tal vez que asuma su responsabilidad y digan la verdad.

Entonces, todos se cagan de la risa del milico desquiciado y celebran su cuento como una presentación cómica, lo felicitan y lo animan a que la ponga en escena, que la presente en un teatro. Lo descolocan, no entiende las risas. Intempestivamente se corta la luz y todo queda oscuro, hay gritos de las mujeres de la familia. Vuelve la luz y el milico desquiciado no está, el novio oficial ha desenfundado su pistola buscándolo, pero no vuelve. Ellos continúan su velada festiva muertos de la risa por lo que acaba de pasar. Seguimos pendientes de ellos, que siguen divirtiéndose como escena fondo.

Se produce otro quiebre emocional. Nuevamente aparece el oficial loco gritando. Pero ahora vestido de milico y con un fusil amenazando, empujándonos con el arma, gritándonos órdenes de que corramos al taller de Metalurgia.

Cruzamos el casino de vuelta y el patio, gritoneados y empujados por milicos hasta llegar al taller, se escuchan risitas nerviosas de algunas personas del público mientras avanzan.

Está oscuro el taller de metalurgia y estamos apretados, me decido a hacer lo mismo que otros: alumbrar con mi teléfono donde estoy parado para no caerme, hay mucha gente entre las cajas metálicas, fierros, algunos cables, el piso es de arena de fundición. Según recuerdo y puedo vislumbrar, estamos rodeando el centro del taller, rodeando la cancha de cajas de moldeo, entre el horno de cubilote, el trapiche y el horno eléctrico, debajo de la grúa de puente[1]. Vuelve la oscuridad casi completa.

Esperamos unos momentos de largo silencio que se interrumpe por el estruendoso sonido de un helicóptero que sobrevuela la universidad, seguido de algunos disparos[2]. Se escuchan algunos gritos y nuevamente risitas nerviosas de algunas personas del público. Sigue un largo silencio y oscuridad. De pronto, el centro del taller se ilumina tenuemente y algunos actores, jóvenes hombres y mujeres, hablan preguntando qué pasa, qué pasará, por qué pasarán la noche allí. El realismo es conmovedor. Decido grabar el audio, discretamente con mi teléfono (eso creí) porque nuevamente se discute: una joven reclama porque tiene frío, otra hambre, otra porque debió retirar a su hija pequeña que salía de la escuela a las 4 de la tarde, lloran, gritan. Un muchacho pide calma para analizar la situación, todos tienen miedo, se necesita información y recursos que no hay. Llega un estudiante corriendo, avisa que disparan desde todos lados, que nadie salga de allí, que han herido gravemente al Hugo, el fotógrafo[3], que está desangrándose, que lo atienden en el casino como pueden, que no saben nada del otro lado de la universidad.

Otro momento de la obra
Otro momento de la obra. Foto: la nacion.cl, Esteban Garay.

Nueva conversación del grupo, en la semioscuridad. Esta vez es interrumpida bestialmente por otros gritos, son los milicos que están entrando al taller y disparan, nos insultan y gritan órdenes de salir todos al patio con las manos en la nuca. Empujan, insultan amenazan disparan al aire, es muy realista. Todo es muy rápido no dejan pensar, pero pienso que es teatro, no es real, es casi un esfuerzo porque mi instinto de supervivencia está activo. Entre los gritos, empujones y disparos, uno de civil con chaqueta de cuero negro, que corre de un lado a otro, me amenaza con su pistola y grita ¡deja de grabar conchetumadre! y trata de alcanzarme la grabadora, la escondo, pero no la apago. Nos arrean disparando al aire, cruzamos la plaza de los talleres, la mayoría en tropel, siguen exigiendo las manos en la nuca y correr, llegamos al patio de la escuela. Esto está demasiado real, se acerca nuevamente “el civil”, que se mueve de un lado a otro disparando, gritando y obligando poner las manos en la nuca y correr, cuando lo siento muy cerca, creo que me va a tocar e instintivamente hago un ademán defensivo y se aleja gritando a los demás. Fue un segundo de trauma, después recuerdo lo que pensé en ese segundo: ni cagando vuelvo a poner las manos en la nuca, aunque sea teatro, este cabro culiáo tiene que respetarme[4]. Seguí caminando. Más gritos y disparos obligan a la mayoría a llegar al primer patio de entrada, donde habíamos comenzado en la puerta principal.

No sabemos qué sigue. Todo ha sido muy rápido. Los milicos han desaparecido, hay más silencio y sorpresa en el público que comentarios. De pronto, a unos metros detrás de nosotros se presenta una fila con todos los actores. La obra ha terminado, cuesta aplaudir. Hacen una venia, se van. Con aplausos vuelven, nueva venia, se retiran y no vuelven.

Los que se conocen conversan entre ellos y comienzan a salir a la calle.

Estoy conmocionado, recorro la escuela vacía, tomo algunas fotos. Converso con un actor en la puerta del taller y con dos actores que encuentro en la puerta de la escuela al salir, a todos los felicito y agradezco, les comento que ha sido algo así como terapia de shock.

Cuando llego a la casa le cuento la experiencia a Virginia, que me esperaba porque sabía que fui a experimentar algo fuerte, parecido a que lo se llama cierre gestáltico. Comienzo a escribir este relato enseguida para compartirlo con l@s compañero@s que no pudieron asistir y para cerrar este proceso de vida, muerte y vida, antes que me ataque el alemán (el alzheimer). Revivir y escribir esto es cansador, cuesta desconectarse. Ese día, no viví directamente esta experiencia en la Escuela, sino en otra parte de Santiago, pero el trauma es común a todos los que vivimos esa época trágica y heroica; y también con quienes después luchamos por recuperar la UTE en los años 80. Lo escribo para elevar nuestro corazón con alegría y agradecimiento, porque fuimos probados duramente y queremos ser más fuertes, más firmes, inquebrantables.

Una de llas vívidas escenas exteriores de la representación.
Una de llas vívidas escenas exteriores de la representación.Foto: la nacion.cl, Esteban Garay.

Notas

[1] Lo recuerdo porque entre 1970 y 1973 fui estudiante de Metalurgia y este taller debíamos conocerlo como la palma de nuestra mano.
[2] Los milicos, por el lado sur de la UTE, ocuparon el edificio de la Escuela Normal Abelardo Nuñéz, que estaba frente a la Escuela de Artes y Oficios, hoy Facultad de Educación; y por el lado norte ocuparon los edificios de la Villa Portales. Desde allí dispararon toda la noche contra la EAO y los edificios nuevos de la universidad.
[3] Hugo Araya, lo conocimos como ‘el salvaje’. Un personaje en la historia de la UTE, que antes de 1973 vimos muchas veces cruzando los patios con su pinta entre hiphie y Che Guevara, con boina y botas de combate, siempre cargando sus bolsos y cámaras; o comiendo con las manos en el casino.
[4] Pasamos varias veces por eso en 17 años y medio.


Ficha técnica

Cartel de la obra
Cartel de la obra

Compañía de Teatro La Situación (Universidad Mayor).

Obra: E.A.O Ocupación

Dirección: Isabel Fonseca y Cecilia Candia

Sinopsis: montaje que revive hechos que ocurrieron el 11 de septiembre de 1973 en las dependencias de la Universidad de Santiago. Se trata de un recorrido por los distintos espacios de la Escuela de Artes y Oficio en donde cada lugar contará una historia basada en testimonios y en la investigación del libro «Memorial de la Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Santiago de Chile» donde se recopilan los hechos desencadenados y el testimonio de funcionarios y alumnos de la época.

Elenco: Francisca Maldonado, Felipe Fariña, Mauricio Roa, Helmuth Höger, Jordán Barra, Felipe Covarrubias, María Eugenia Valenzuela, Francisca Mardones, Daniel Alarcón, Jesús Jorquera, Alejandra Oviedo, Rodrigo Soto, Omar Pino, Catalina Torres y Etienne Jean-Marc.

Las funciones se realizarán en la fachada de la Facultad de Artes y Oficios. Avenida Ecuador 3659. Metro Universidad de Santiago y la entrada es gratuita aunque tiene cupos limitados reservar.

Fechas y horarios: A las 20:00 horas. 13, 14, 15, 20, 22, 27, 29 de agosto 03 y 05 de septiembre A las 13:00 horas. 19, 20, 21, 25, 26.

Reservas: +56 9 9537 4205 o al +56 9 82621857 o al mail teatro.lasituacion@gmail.com

*Mario Lagomarsino Barrientos es sociólogo.

1 thought on “E.A.O. Ocupación: El asalto militar a la UTE en 1973.

  1. Gracias por saber, por compartir, por resistir….

    Escuela de Artes y Oficios….

    Lagomarsino , una ves más… en el clavo

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