
‘El despertar’, fotografía artística con el salto de la bailarina Catalina Duarte ante carros de la policía en Santiago de Chile el 25 de octubre. María Paz Morales
El rol de la cultura en tiempos de crisis. Reflexiones de un hombre de teatro
(Desde Santiago de Chile) Por Alvaro Pacull L. Como no valorar la columna “El Rol de la Cultura en la Crisis”, publicada en este diario el día 20 de junio, siempre es positivo de hable de estos temas. No cabe duda, ni debiera implicar mayor discusión, la importancia de la cultura en pos de cohesión social y la generación de identidad compartida. La crisis social que vivimos, tiene muchas causas y una es, desde luego, el debilitamiento del tejido cultural y educacional de la nación.
(Desde Santiago de Chile) Por Alvaro Pacull L.
Cómo no valorar la columna “El Rol de la Cultura en la Crisis”, publicada en la prensa por estos días. Siempre es positivo que se hable de estos temas. No cabe duda, ni debiera implicar mayor discusión, la importancia de la cultura en pos de cohesión social y la generación de identidad compartida. La crisis social que vivimos tiene muchas causas y una de ellas es, desde luego, el debilitamiento del tejido cultural y educacional de la nación.
Es cierto que los países que desarrollaron una alta cultura cívica han ido generando soluciones beneficiosas que debieran servirnos de faro. Concuerdo con que, como nación, requerimos una transformación cultural que modifique hábitos ciudadanos y los lleve al espacio de lo común y al orgullo de la pertenencia. Pero, tal como se hace notar en el escrito, ello implica poner particular atención en las responsabilidades y deberes que tenemos ante los demás, lo que demanda querer ver a los otros, saber que existen.
Necesitamos también coherencia entre palabra y acción, orientación al bien común y ejemplos de los llamados al liderazgo. Lo anterior es un ingrediente fundamental para la generación de valores compartidos, los que deben nacer del pensamiento crítico y del sano cuestionamiento. Esto requiere no aceptar y adoptar servil y/o interesadamente los principios y paradigmas emanados de poderes que tienden a la conservación de muchos de los privilegios hoy día cuestionados.
Hemos perdido la confianza en los líderes y en quienes nos rodean; recuperarla demanda acciones de reconocimiento de los errores, reparaciones creíbles y, cómo no, modificaciones conductuales potentes y sostenibles.
Es muy cierto que nuestra asignación presupuestaria para cultura es baja y aumentarla ayudaría en este desafío, pero las valoraciones que necesitamos deben ir más allá de ello. En mi opinión, debemos poner a la cultura como uno de los actores principales del “propósito” de nuestro proyecto país. Debemos relacionar la cultura con el sello de lo que queremos ser y proyectar como nación; de modo que las acciones conducentes al cumplimiento de nuestras metas y objetivos, a nivel global, sean coherentes con lo que las anima.
Ello implica, desde luego, propiciar las acciones culturales en toda su diversidad, pero entendiendo para qué se hacen, comprendiendo el sentido último de dichas contribuciones. Ver la cultura y sus manifestaciones con la lógica de una productora de eventos, o como un bien mediado por los intereses y gustos de círculos estrechos, es minimizarla.
Como sabemos, las “acciones culturales” expresan técnica, pero cuando estas operan al margen de presupuestos filosóficos, éticos y políticos sólidos, no logran su mayor potencial y pueden extraviarse del sentido movilizador y transformador que las sociedades conscientes y comprometidas requieren.
Si “La Cultura es el Alma del Pueblo”, como decía Gabriela Mistral, debemos trabajar en recuperar el sentido más profundo de la cultura, ello comienza por entender lo que debiera inspirarnos social y espiritualmente como pueblo.
Álvaro Pacull L. es profesor universitario, actor, licenciado en estética, magíster en comunicaciones y diplomado de doctorado en estudios avanzados de literatura española c/m en teoría, historia y práctica del teatro.