
“El Público”, teatro imposible de Lorca
«El Público» forma parte, junto a «Así que pasean cinco años» y «Comedia sin Título», del llamado “teatro imposible” o de la «destrucción del teatro» (burgués y tradicional) del genial y malogrado vate granadino Federico García Lorca; compleja y profunda, de estética surrealista fue escrita en 1930 y estrenada recién 56 años después. En ella se mantiene en la ambigüedad lo onírico y lo que forma parte de la realidad (dramática) indaga en los deseos reprimidos de los homosexuales y asimismo, boga por el derecho a la libertad erótica.
El Público forma parte, junto a Así que pasean cinco años y Comedia sin Título, del llamado “teatro imposible” o de la «destrucción del teatro» (burgués o tradicional) del genial y malogrado vate granadino Federico García Lorca; compleja y profunda, de estética surrealista fue escrita en 1930 y estrenada recién 56 años después. En ella, su rasgo fundamental, es que mantiene en la ambigüedad entre lo onírico y lo que forma parte de la realidad (dramática) indagando en los reprimidos deseos de los homosexuales y, asimismo, boga por el derecho a la libertad erótica.
Se ha dicho que muy probablemente Lorca escribiera los primeros esbozos de la obra durante su estancia en Nueva York y, con toda seguridad, terminó de escribirla en casa de los hermanos Loynaz y en el Hotel La Unión, a su paso por Cuba en 1930, para rematar los detalles en su Granada natal, al regreso de su gira americana en agosto de 1930
Así se refería el poeta en este sentido en carta a su amigo Martínez Nadal:
“He trabajado mucho. Tengo muchos versos de escándalo y teatro de escándalo también (…) He escrito un drama que diría algo por leértelo en compañía de Miguel. De trama francamente homosexual. Creo que es mi mejor poema” (Lorca, Epistolario: 6898).
El profesor, académico, escenógrafo y dramaturgo chileno, Remberto Latorre, con motivo de cumplirse los 90 años de esta creación lorquiana ha desarrollado una notable labor de (re)creación a partir de ella -mucho más que una adaptación- a cuatro actores y que a continuación ponemos en exclusiva a disposición de nuestros lectores.
TEATRO BAJO LA ARENA
DEL AMOR OSCURO
Bajo la arena también crecen los árboles.
¿Y eso qué significa?
Que también hay vida debajo de la arena.
REMBERTO MANUEL LATORRE VÁSQUEZ
SE BASA EN LA OBRA “EL PÚBLICO”,
de FEDERICO GARCÍA LORCA
2020
1
OFICINA DEL AUTOR
Personajes:
POTRA
POTRO
AUTOR
DIRECTOR
Ruinas subterráneas. Un lugar en donde cae arena con lentitud. Al centro de la escena, una máscara de tamaño destacado a medio enterrar. Se escuchan voces, del público, o de personajes por nacer. Cuelgan en el espacio caretas ymáscaras, más elementos de vestuario.
Los personajes se desprenden de una pared de fondo, rocosa, con nichos y trajes adheridos; también con máscaras; se introducen por aberturas que los individualizan.
Potro y Potra están presentes, como si fueran dos esculturas abandonadas.
POTRA. – (Con malla blanca que simula desnudez). Soy una potra de cabellera larga con elevadores en los pies.
POTRO. – (Con malla negra que simula desnudez). Soy un potro de cola larga con elevadores en los pies.
AUTOR. – (Traje blanco. Corbata roja. Se acerca a su escritorio). Me siento protegido aquí, oculto bajo la arena.
DIRECTOR. – (De negro, camisa blanca y sombrero. Se pone a espaldas del Autor). Dudo que aquí tengamos público.
POTRO. – Como Caballo Negro, quiero embestir a mi Julieta.
POTRA. – “¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, ¡júrame que me amas, y yo dejaré de ser una mujer que sufre!”
DIRECTOR. – ¡Salgan!
POTRA. – “¡Solo tu nombre es mi enemigo, Romeo! ¡Eres tú mismo, seas o no un hijo de tu padre! … ¿Qué hay en tu nombre? … ¡Romeo, rechaza tu nombre; y, a cambio de ese nombre, que no forma parte de la belleza de tu cuerpo, tómame a mí toda entera!”
POTRO. – “Te cojo tu palabra. Llámame ´amor mío’, y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!”
AUTOR. – De eso ya nada más hay que decir… ¡Salgan! (Mutis del Potro y la Potra). El teatro que se hace al aire libre ya no me interesa. Ahora quiero unoprohibido.
DIRECTOR. – Señor…
AUTOR. – ¿Qué?
DIRECTOR. – ¿Escucha usted algo de bullicio?
AUTOR. – Nada.
DIRECTOR. – Temo que hasta aquí abajo no llegue público.
AUTOR. – Esperemos. Me preocupan mis personajes. Ya están vivos, y otros por nacer. ¡Quiero conocerlos!
DIRECTOR. – Y yo, ¿qué debo esperar?
AUTOR. – La oscuridad. ¡El aire libre de afuera sigue envenenado! La oscuridad nos lleva al sueño.
DIRECTOR. – No se puede vivir siempre en el sueño.
AUTOR. – Yo sí puedo. Y mejor aquí bajo la tierra, sobre arena que seguirácayendo hasta sepultarnos.
DIRECTOR. – Sí, y este teatro de aquí adentro, subterráneo, oculto, huele mal, y mucho más que el otro al aire libre, al que renuncias.
AUTOR. – Lo sé: ¡el público es el que envenena los recintos que deben ser de fantasía!… Aquí dentro, aislado y solitario, yo, el Autor, también espero, ¡porque ya nada podrá quitar la costra de mi herida!…
(Regresan los caballos).
DIRECTOR. – ¡Otra vez los caballos!
AUTOR. – Habría preferido verlos más desnudos.
(Potra y Potro se han puesto pelucas largas -caballunas-; roja la de ella, azul la de él.)
POTRO. – (Al Autor). Somos tus caballos.
POTRA. – (Al Director). Lloraremos contigo.
AUTOR. – ¡Caballitos míos! Vienen ahora, cuando ya voy pisando un nuevo año y estoy un poco más cansado.
POTRO. – Esperábamos detrás de nuestras puertas.
DIRECTOR. – Y yo, ¿qué hago ahora?
AUTOR. – ¡Toma un látigo y dedícate a domarlos!
DIRECTOR. – ¿A éstos?
AUTOR. – ¡A mis personajes, todos!
POTRA. – ¡No!
POTRO. – ¡A nosotros no!
POTRA. – ¡Necesito vivir! Preferiría ir a recoger manzanas podridas en la hierba, a la luz de la Luna. Y no seguir aquí.
AUTOR. – La Luna es amante de los muertos. (Al Director).
POTRA. – ¡Quiero volver al Teatro al Aire Libre!
POTRO. – Aquí, encerrados, no podemos galopar.
AUTOR. – ¿Quieren seguir sirviendo al Teatro al Aire Libre?
POTRO. – Ahí se pueden contar historias simples.
POTRA. – La historia de un hombre y una mujer que se enamoran.
AUTOR. – ¿Y si él es un ave y ella es una piedra, en qué mundo caben?
DIRECTOR. – Esos dejarían de estar enamorados. Un ave y una piedra nopueden amarse.
AUTOR. – ¿Quién puede decidirlo?
DIRECTOR. – ¿Acaso tú?
POTRO. – ¡Quiero volver a cabalgar al aire libre! Regresar a los bosques. A oír el ruido de la savia que sube por los troncos.
POTRA. – Y ahí nos pasa lo que nos tiene que pasar por ser tú macho y yo hembra. ¡Listos para ser la una del otro! Cautivados nuestros cuerpos para servir a los que nacen.
DIRECTOR. – Teatro con olor a llanto. (Irónico). La primera mirada lo dijo todo: él sería para ella y ella sería para él
AUTOR. – No te rías. Yo soy el autor de esta obra, el que carga el sufrimiento. De mí deben nacer verdaderas máscaras.
DIRECTOR. – Enredado experimento… ¿Estás ya pensando en su final?… A mí me va a tocar reanimarlos en escena. Sin escenario los personajes están muertos.
AUTOR. – Así es. Se hace el esfuerzo de reanimarlos para que sigan con raíz en este mundo…
POTRA. – Quiero ponerme en la cabeza un entramado de rosas por sombrero.
POTRO. – Es de espinas la corona que yo tengo puesta sobre el corazón.
POTRA. – Mi señor, ¿cómo podré saber todo lo tuyo?
POTRO. – Cuando sepas soportarme.
AUTOR. – Lo que quiero es ocultarme tras un biombo, y que ustedes sean los que me expliquen al público.
DIRECTOR. – Público que todavía no ha llegado.
POTRO. – Señor Autor, ¿cuál es su vergüenza?
POTRA. – No preguntes. Vamos a ocultarnos y escondidos nos besamos.
POTRO. – Así ocultas tu verdad.
POTRA. – ¿Cuál verdad?
POTRO. – Que eres hombre.
POTRA. – ¿Eres tú mujer?
POTRO. – No nos enredemos. Aún no bajamos al abismo…
POTRA. – ¿Y dónde, en qué lugar, bajo qué estrellas seré tu esposa?
POTRO. – Donde la Luna nos alumbre.
POTRA. – ¡Vamos!
(Potra y Potro se ocultan).
2
UN RECUERDO DEL AUTOR
(“Sueño de una noche de verano”)
Personajes:
LUNA
REY DE HADAS
DUENDE
CASCABEL
PÁMPANO
AUTOR
DIRECTOR
EMPERADOR
CENTURIÓN
LUNA. – Yo soy la Luna y vengo a iluminar y vigilar.
*
REY DE HADAS. – ¿Qué has hecho, Duende?
DUENDE. – Derramo gotas amorosas bajo los párpados de los amantesfeos.
REY DE HADAS. – Recorre el bosque y has que todos se confundan y cambien de pareja.
DUENDE. – Volaré rápido, ¡como flecha disparada!
REY DE HADAS. – ¡Despierta en ellos la visión del ser que cada uno busca!
DUENDE. – ¡Voy, voy!; ¡vuelo más rápido que una flecha disparada!
*
CASCABEL. – (Aparte). Vengo herido en busca de refugio. Quieroocultarme en la Poesía. (Se duerme).
*
(El Rey de Hadas observa la escena desde su trono vegetal. La Luna parpadea. El Duende se acerca a Cascabel y pone el aroma de una flor púrpuraante su rostro para hacerlo revivir. A Pámpano, que está dormido aparte, le pone una corona. El Duende toca su flauta y Cascabel y Pámpano despiertan mirándose).
CASCABEL. – ¿En qué nos hemos convertido?
PÁMPANO. – Tú en Cascabel. Yo en Pámpano.
CASCABEL. – ¿Y si yo me convirtiera en nube?
PÁMPANO. – Yo me convertiría en ojo.
CASCABEL. – ¿Si yo me convirtiera en azúcar?
PÁMPANO. – Yo me convertiría en mosca.
CASCABEL. – ¿Si yo me convirtiera en manzana?
PÁMPANO. – Yo me convertiría en beso.
CASCABEL. – ¿Si yo me convirtiera en pecho?
PÁMPANO. – Yo me convertiría en sábana blanca.
*
DUENDE. – (Revolotea), ¡Bravo!
(La Luna parpadea inquieta).
*
CASCABEL. – ¿Y si yo me convirtiera en pez?
PÁMPANO. – Yo me convertiría en cuchillo.
CASCABEL. – Pero ¿por qué? ¿Por qué me atormentas?
PÁMPANO. – ¡Vente conmigo hasta donde yo te lleve!
CASCABEL. – ¿Y si yo me convirtiera en el Autor?
PÁMPANO. – Así yo, como tu Director, podría besarte.
CASCABEL. – Yo haría de cuchillo.
PÁMPANO. – Gozas con interrumpirme.
CASCABEL. – No tengo otra manera de amarte.
PÁMPANO. – Yo no te sigo a los sitios adonde tú, bribón, pretendes llevarme.
CASCABEL. – Si la Luna nos ayuda…
*
LUNA. – (Se cuadra). ¡Aquí estoy!, dijo la Fama. ¡Voy donde el deber me llama!
(El Rey de Hadas se ha quedado dormido).
*
AUTOR. – (Identificándose). ¡Yo soy Cascabel!
DIRECTOR. – Cascabel y casca rabia.
AUTOR. – ¡Luna, Luna, ayúdame!
LUNA. – ¡Suena, suena, cascabel!
AUROR. – (Al Director, al que la Luna acaba de coronar con pámpanos). Yo te abriría con un cuchillo, porque soy un hombre, porque no soy nada más que eso, un hombre, más hombre que Adán, y quiero que tú seas aún más hombre que yo. Tan hombre que no hagan ruido las ramas cuando tú pases.
DIRECTOR. – Pero tú no eres hombre.
AUTOR. – Si la flauta sonara tú escaparías a la Luna que se cubre con pañuelos y gotas de sangre de mujer.
DIRECTOR. – (Tímido.) ¿Y si yo me convirtiera en hormiga?
AUTOR. – Yo me convertiría en tierra.
DIRECTOR. – ¿Y si yo me convirtiera en tierra?
AUTOR. – Yo me convertiría en agua.
DIRECTOR. – ¿Y si yo me convirtiera en agua?
AUTOR. – Yo me convertiría en pez.
DIRECTOR. – Yo sería para ti cuchillo.
AUTOR. – Al mío lo he afilado durante cuatro primaveras y sus noches.
DIRECTOR. – Llévame, pues, al baño y ahógame. Será la única manera de que puedas verme desnudo. ¿Te figuras que tengo miedo a la sangre? Sé la manera de dominarte. ¿Crees que no te conozco? He aprendido a dominar tanto tus escritos que, si fuera yo el que se convierte en pez sin escamas ni río, tú te convertirías en una bolsa de huevos pequeñitos.
AUTOR. – Antes que abandones tus tareas, toma un hacha y córtame las piernas. Deja que vengan los insectos de la ruina a consolarme y vete. Porque te desprecio y quisiera calarte hasta lo hondo… ¡Te escupo!
DIRECTOR. – ¡No!… ¿Qué quieres? ¿Qué te diga adiós?… Estoy tranquilo. Si he bajado hasta esta ruina abandonada es para que la habitemos, llena con tus personajes este lugar para que al fin encuentres el amor que buscas… Y así tú y yo tendremos más amor. (Se aleja).
AUTOR. – (Angustiado.) ¿A dónde vas?
DIRECTOR. – ¿No deseas que me vaya?
AUTOR. – (Con voz débil.) No, no te vayas… ¿Y si yo me convirtiera en un granito de arena?
DIRECTOR. – Yo me convertiría en un látigo.
AUTOR. – ¿Y si yo me convirtiera en una bolsa de huevos?
DIRECTOR. – Yo me convertiría en guitarra.
AUTOR. – ¡No me azotes! ¡No me golpees el vientre! ¡Acabarás por dejarme ciego!
DIRECTOR. – Ciego, porque no eres hombre. Yo sí soy un hombre. Un hombre, tan hombre, que me desmayo cuando se despiertan los cazadores. Un hombre, tan hombre, que siento un agudo dolor en los dientes cuando alguien quiebra un tallo… También soy un gigante. Un gigante, tan gigante, que puedo bordar una rosa en la uña de un niño recién nacido.
AUTOR. – Estoy esperando la noche, angustiado por el blancor de esta ruina que va haciéndose arena, para poder arrastrarme a tus pies.
DIRECTOR. – ¿A mis pies?… No. No. ¿Por qué me dices eso? Eres tú quien me debe obligar a mí. ¿No eres tú un hombre? ¿Un hombre más hombre que Adán? ¿Tú, el Autor?
AUTOR. – (Cae al suelo de rodillas.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Me azotan tus palabras!
DIRECTOR. – (Se le acerca.) ¿Acaso quieres que me convierta en piedra?
AUTOR. – ¡Ay de ti si me maltratas!
DIRECTOR. – Debes convertir en sombra. Y así podrá venir a verte la bella Elena de Troya que creaste.
AUTOR. – ¿Y no Julieta? ¿Y no Romeo?
DIRECTOR: – Mejor Elena en tu cama para que te rompa el corazón. Mientras tú, debajo de cojines, tendido lleno de sudor, un sudor que no será tuyo, sufras pensando en los cocheros, en los fogoneros y los médicos que operan del cáncer. Y entonces yo me convertiría en pez y tú no serías ya nada más que una pequeña polvera que pasa de mano en mano.
AUTOR. – ¡Ay, no! ¡Polvera, yo no!… Si quieres castigarme has que yo sea un espejo. (Llora).
DIRECTOR. – ¿Otra vez llorando? ¿Tendré que desmayarme para que vengan campesinos? ¿Tendré que llamar a los negros enormes, heridos por navajas y clavados con espinas; esos que luchan día y noche con el fango de los ríos?… Levántate del suelo, cobarde. Ayer estuve en casa del fundidor de metales y le encargué una cadena.
AUTOR. – ¿Y no una espada?
DIRECTOR. – No. Lo que voy a hacer es encadenarte y huir.
AUTOR. – ¡No te alejes de mí! Una cadena es la que se necesita para unirnos… Estuve toda la noche llorando; me dolían las muñecas y los tobillos y, sin embargo, no tenía puesta esa cadena que tú dices. (El Rey de las Hadasdespierta y, medio aturdido, toca un silbato). ¿Qué hace ese fantasma? (Suena el silbato otra vez). Ya sé lo que desea… ¡Ya sé, ya sé!
DIRECTOR. – Aún es tiempo de huir y dejarlo abandonado.
AUTOR. – Huye si quieres… Y si es que puedes. Yo soy el Autor. Yo soy quien organiza aquí las cosas.
DIRECTOR. – Y yo soy el que las pone en vida.
AUTOR. – Es por eso que te necesito.
DIRECTOR. – Por ahora no juguemos más.
AUTOR. – Debo seguir defendiendo mis heridas, haciéndolas visibles. Son las que me motivan a entrar en un autorretrato ya apagado de fulgores, con terror oculto, digamos que inconsciente.
DIRECTOR. – Prueba, pues, a defenderte. Y te haré gritar desde un escenario.
*
DUENDE. – (Aparte, interrumpe). ¡El Emperador! ¡Viene el Emperador! ¡Viene del Este y del Oeste; viene del Sur y del Norte!… ¡Y viene llorando!
(El Rey de Hadas se pone de pie y cubre su cabeza con un casco de guerrero. Se desmaya. La Luna, asustada, se oculta).
AUTOR. – (Estremecido). ¿El Emperador? (Quita la corona de uvas pámpanos al Director y se la pone a sí mismo). ¡Aquí soy yo el Emperador!
DIRECTOR. – No te descubras. Me costaría la vida. No muestres tu rostro. Que nadie te reconozca. ¡Escóndete!
DUENDE. – ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El Emperador!
DIRECTOR. – (Al Autor). Todo entre nosotros es, ha sido y será un juego. Jugábamos y jugaremos. Y ahora ni tu Caballo Negro te servirá de Emperador… Puedes esconderte tras esa columna. Y si encuentras una ventana, observa en su más allá como se desnudan tus actores, los soldados del Emperador.
AUTOR. – ¡Tú intentas romper el hilo de araña de esta trama, y ya siento que mis pies se alejan empequeñecidos! (Se aleja y se oculta).
DIRECTOR. – Quiero descansar… ¿Un poco de té?… ¿Dónde podría encontrar una bebida caliente en esta ruina?
DUENDE. – (Revoloteando.) ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡Llega el Emperador!
DIRECTOR. – ¡Cállate, tonto! ¡Yo soy aquí el emperador!
*
(Suena una trompeta. La Luna se apresura a quitar del trono al dormido Rey de Hadas y lo esconde. Entra el voluminoso Emperador, seguido por un apuesto Centurión).
EMPERADOR. – ¡A un lado, tú! (Aparta al Director. Se instala como emperador).
CENTURIÓN. – ¿Paso a ser la emperatriz?
EMPERADOR. – No te apures. Mejor quédate ahí más atrás, como Centurión.
CENTURIÓN. – ¡Tómame en tus brazos!
EMPERADOR. – ¡No me pises! (Lo toma en brazos).
CENTURIÓN. – Así, abrazados, estaremos mejor.
(El Duende se tapa el rostro con las manos; pero mantiene los dedos entreabiertos).
*
DIRECTOR. – Se buscan y se vuelven a encontrar.
AUTOR. – Ese Centurión es el personaje que yo quiero interpretar. (Al Director). Tómame en tus brazos.
DIRECTOR. – Es lo que quisiera hacer.
(Se alejan hacia lugres opuestos para observar la escena del Emperador).
3
TRONO DEL EMPERADOR
Personajes:
CENTURIÓN
EMPERADOR
AUTOR
DIRECTOR
(El Emperador en su trono tiene en brazos al Centurión).
CENTURIÓN. – Mi Emperador adivinó cuál de los dos es uno.
EMPERADOR. – Con mi cuchillo amenazo a los más bellos jóvenes que encuentro entre los juncos.
EMPERADOR. – He seguido tus pasos, pues también vives necesitado de amor.
EMPERADOR. – Prefiero una mujer.
CENTURIÓN. – En mí también hay una mujer.
EMPERADOR. – ¡Malditos hemos sido los de nuestra raza!
CENTURIÓN. – Por esa culpa yo he recorrido caminos y he dormido sobre la arena que se enfría bajo la lluvia. Por seguir atajos subterráneos dejé a mi hermosa mujer en la montaña. Y sigue dando a luz al medio día debajo de los árboles. Ya no cuento los hijos que acumula…. Mientras, nadie me escuchará a mí gritar…
EMPERADOR. – ¡Grita, pues!
CENTURIÓN. – Es mejor que todo quede en el misterio.
EMPERADOR. – Quiero hacerte una pregunta.
CENTURIÓN. – Te escucho.
EMPERADOR. – ¿Cuál de los dos es uno? ¿Tú o yo?
CENTURIÓN. – Yo, mi señor… Y tú también.
EMPERADOR. – Uno es uno y siempre uno. Y no es otro. Y no es dos al mismo tiempo, como tú y yo.
CENTURIÓN. – ¿Qué has hecho tú para lucirte?
EMPERADOR. – He degollado a los muchachos que no quisieron decirme sus nombres.
CENTURIÓN. – Uno es uno y nada más que uno.
EMPERADOR. – Para ser dos, busco centuriones.
CENTURIÓN. – Yo soy uno, señor, que se alimenta de raíces. Un hombre enamorado no es lo mismo que una mujer enamorada.
EMPERADOR. – ¡No te vayas ni te escondas!
CENTURIÓN. – Bésame y después me clavas con tu espada.
EMPERADOR. – Lo haré.
CENTURIÓN. – ¡Pero no me dejes sin cabeza!
EMPERADOR. – Es necesario acabar con nuestra raza.
CENTURIÓN. – (Se separa). ¿Tú, el Emperador de los abrazos y conquistador de corazones nos quieres traicionar?… Mi raza es también la tuya.
*
(Aparte).
AUTOR. – (Al Director, que lo ha tomado en brazos). ¡Nosotros mismos nos hemos traicionado!
DIRECTOR. – No es lo mismo ser mujer que hombre…
4
UN PERSONAJE EN LA CONCIENCIA DEL AUTOR
Personaje:
ELENA DE TROYA
ELENA DE TROYA. – Admirada y difamada he sido yo, Elena de Troya, la griega que abandonó su ciudad para huir enamorada. Dejé de una ciudad de piedras blancas para hundirme aquí en la arena, porque el Autor me necesita, y aún no sé para qué. ¿Habrá encontrado ya, él, mi canto de amor para ser como esa mujer que se entrega a un nuevo amor?… Al otro lado del mar, en Troya, dejé de ser esposa y pasé a ser amante. He nacido del amargo dolor del Autor de esta comedia, mi esposo imaginario.
5
BAJO LA LUZ DE LA LUNA
Personajes:
POTRO
POTRA
AUTOR
DIRECTOR
(Uno de los muros de arena termina por deshacerse. Queda visible la Luna).
POTRO. – Después de lo que he visto y ha pasado, sería injusto que yo vuelva a hablar con niños y observe la alegría del cielo.
POTRA. – Mal sitio es este.
(Potro y Potra quedan a la vista: hermosos, estatuarios, bajo la luz de la Luna).
*
AUTOR: – Esos debieron morir.
DIRECTOR. – El amor los salva.
AUTOR. – ¿Te atreviste a representar su lucha cuerpo a cuerpo?
DIRECTOR. – No. Eso se da por entendido.
AUTOR. – Menos vas a querer representar un festín sangriento.
DIRECTOR. – Potra y Potro, león y leona, hambrientos todos
AUTOR. – Con la belleza que otorgan los dioses.
DIRECTOR. – ¿Cuál es el mayor fracaso del hombre?
AUTOR. – Su muerte.
DIRECTOR. – Hay que hacer que ellos, con la belleza de los mármoles, y sin vergüenzas, brillen bajo la luz.
AUTOR. – Que aquí es luz de Luna… ¡La Luna, siempre en mí la Luna vigilante!
DIRECTOR. – Cuando sale la Luna se reúnen los niños del campo a jugar lo prohibido, entre juncos y sobre violetas, a la orilla fresca de los remansos que espejean la noche iluminada.
AUTOR. – La libertad puede llegar a hacer horrible la huella del hombre.
DIRECTOR. – Los dos debieron morir: Ella y Él. Siendo hombres los dos en sus orígenes, no debieron dejarse arrastrar por deseos falsos. ¿Es que un hombre puede dejar de serlo nunca?
AUTOR. – Ahora será todo eso de burla y escarnio de la gente.
DIRECTOR. – Nos asqueamos de nuestra compañía.
AUTOR. – ¿Asqueado tú de mí?
DIRECTOR. – Y mucho.
AUTOR. – Entonces, anda y estrangula a ese Caballo Negro. ¿O temes a su belleza?
DIRECTOR. – ¿Por qué no lo haces tú?
AUTOR. – Porque no puedo, porque no quiero, porque soy débil.
DIRECTOR. – Nadie va a querer respirar tu aliento. Te esconde bajo diversas máscaras.
AUTOR. – ¡Devuélveme el látigo!
DIRECTOR. – ¡No!
AUTOR. – Aunque no te resisto, te desprecio por cobarde.
DIRECTOR. – ¿Me lo dices a mí?
AUTOR. – A ti y a esos dos caballos, y al secreto que tú y yo guardamos.
DIRECTOR. – ¡Yo no soy ese Emperador que está en la ruina!
AUTOR. – El Emperador ama en soledad lo que busca en las tabernas de los puertos… Y esconde su racimo, y a sus manos quebradizas que evidencian su lado de mujer.
DIRECTOR. – Ya es de noche.
AUTOR. – Aquí, en la ruina, siempre es de noche.
DIRECTOR. – Ponte, pues, tu pijama de nubes.
AUTOR. – Es en un pantano podrido donde deberíamos estar, y no aquí.
DIRECTOR. – ¿Por qué a ti te aman tanto?
AUTOR. – ¿Quiénes?
DIRECTOR. – Los del público.
AUTOR. – ¡A mí, no! ¡Al que aman es al Emperador! ¡Que traigan su cabeza!
(Oscuridad).
6
LA BELLA ELENA
Personajes:
DIRECTOR
AUTOR
UN HOMBRE-HOMBRE
LA BELLA ELENA
POTRO
POTRA
DIRECTOR. – (Reaparece bajo un haz de luz; porta la flor púrpura del Duende Volador. Al Autor, que también reaparece). ¡Un regalo para Elena: la flor púrpura del Duende Volador!
AUTOR. – Es ella la que con su amor pudo lavarme.
DIRECTOR. – ¿Y si en ella se oculta, como sospecho, también un él?
AUTOR. – Todos tenemos algo de mujer. Y todas las mujeres tienen algo de hombre.
DIRECTOR. – ¡Mientras la cabeza del Emperador sigue quemando a las mujeres, el pícaro Duende Volador nos mira!
AUTOR. – ¡Ve tú, ahora, con tu flor y tu cuchillo, como el Duende Pícaro, y clávalo en Elena!… ¡Elena! ¡Elena, Elena, corazón mío!
HOMBRE-HOMBRE. – (Aparece). Aquí estoy yo: un hombre-hombre, con el junco que se exprime. (La Bella Elena queda visible). ¡Elena! ¿Tú?
LA BELLA ELENA. – Yo, Elena. Es mejor ser odre de vino que cuchillo que hiere a lo que ha nacido herido. ¡Yo, mujer!
HOMBRE-HOMBRE. – ¿Qué quieres?
LA BELLA ELENA. – ¡Quiero ser libre!
HOMBRE-HOMBRE. – ¿Para ir al encuentro de tu muerte?
LA BELLA ELENA. – Para no seguir siendo dominada.
HOMBRE-HOMBRE. – Tampoco quiero yo depender de ti.
LA BELLA ELENA. – ¡Rompamos, pues nuestras cadenas!
(El Hombre-Hombre desaparece).
*
DIRECTOR. – ¡Ay, Elena! Quisiera convertirme en tu deseo.
LA BELLA ELENA. – Deseo vivir sobre una tierra verde, y volver a ser pastora.
DIRECTOR. – ¿Una pastora sin futuro?
AUTOR. – Regresa, Julieta, a tu sepulcro.
LA BELLA ELENA. – No soy Julieta. Soy Elena. Ya crucé en viaje por unmar de sueño. Un mar de tiempo y de cristal. Y ahora lo que quiero es volver a amar.
AUTOR. – ¿Amar?… El amor es de un momento.
DIRECTOR. – ¡Silencio! Los caballos se inquietan.
*
POTRO. – Salgamos de la noche. Monta en mi grupa.
POTRA. – ¿Para qué?
POTRO. – Para llevarte.
POTRA. – ¿A dónde?
POTRO. – A un lecho de ramas.
POTRA. – ¿Y qué me harás allí?
POTRO. – Vivir juntos una borrachera. La noche no es un momento, pero un momento puede durar toda la noche.
POTRA. – No volveré a cruzar los espejos que pones ante mí. Estoy cansada y con ansias de sol.
POTRO. – Yo puedo ser tu sol de día y noche.
POTRA. – Lo que quieres enseñarme ya lo conozco. ¡No me mires caracol!
POTRO. – ¡Mi amor es un gemido!
POTRA. – La Tierra ya no quiere semillas. Mientras los muertos discuten los vivos utilizan mal el bisturí.
POTRO. – ¿Suprimir el polen y el rocío?
POTRA. – Ya no es buena la ceniza.
POTRO. – ¡Todo tiene ansia de sangre!
*
AUTOR. – ¡Mis personajes me abruman! ¡Todos parecidos a mí!
(Se escuchan voces y gritos).
DIRECTOR. – (Inquieto). ¡Parece que se está juntando público! ¡Todavía invisible en la oscuridad! ¡Si cerramos las puertas no podrán huir!
R. – (Aterrado). ¡Afuera se degüella a las palomas!
(Silencio).
7
PÚBLICO
Personajes:
DAMA ELEGANTE 1
DAMA ELEGANTO 2
CABALLERO ANTIGUO 1
CABALLERO ANTIGUO 2
MUCHACHA ENAMORADA
MUCHACHO ENAMORADO
ARLEQUÍN BLANCA
ARLEQUÍN ROJO
(Dama 1 y Dama con grandes sombreros y capa. Los labios intensamente rojos. Ennegrecidos los ojos. Extraviadas, llegan a la arena).
DAMA 1. – Esta no es sala de teatro. Aquí no hay lugar para nosotras. Algo huele mal en los pasillos.
DAMA 2. – Puede ser que el Poeta haya muerto.
DAMA 1. – ¿Qué?… ¿No me prestas atención? ¿En qué piensas?
DAMA 2. – Me confundo… Calas con tulipanes no se pueden casar.
DAMA 1. – No te entiendo ni me entiendes… No hay puertas de escape. No hay por dónde salir.
DAMA 2. – Lindo tu traje. Regia te ves.
DAMA 1. – Horrible es perderse…
DAMA 2. – Encontraremos la salida.
DAMA 1. – Tantas protestas callejeras nos obligan a escondernos.
DAMA 2. – Es el teatro el que agoniza.
DAMA 1. – Nada interesa. Un ave no puede ser un gato, ni una piedra puede ser golpe de mar.
DAMA 2. – El público notará lo que es falsedad.
DAMA 1. – Alimentar a un grano de trigo no es igual que alimentar a un hongo.
DAMA 2. – ¿Y si llega un juez?
DAMA 1. – Entonces sí podríamos salir de esta trampa.
(Merodeando confundidas. Antes de salir se cruzan, sin mirarse, con dos Caballeros Antiguos, también elegantes).
*
CABALLERO 1. – Cuando se dice roca yo entiendo aire.
CABALLERO 2. – Cuando se dice aire yo entiendo vacío.
CABALLERO 1. – Cuando se dice vacío yo entiendo paloma degollada.
CABALLERO 2. – Mi amor es de luna con forma de cascarón.
CABALLERO 2. – Recorrí un bosque en busca de silencio restaurado, antes de la lluvia.
CABALLERO 1 – Yo buscaré una espada.
CABALLERO 2. – Se nos aleja el horizonte.
CABALLERO 1. – Es que vamos equivocados.
CABALLERO 2. – Así me parece.
CABALLERO 1. – Algo en el aire ha cambiado.
CABALLERO 2. – ¡Apurémonos!
(Se cruzan con dos jóvenes, sin mirarse. Salen).
*
MUCHACHA. – ¿No te parece extraño?
MUCHACHO. – ¿Qué?
MUCHACHA. – La Luna ya no nos alumbra. Y la gran lombriz de babas ya no moja la hierba.
MUCHACHO. – Si te desnudas sí quiero acostarme, y rompo la ventana.
MUCHACHA. – ¿Y si me matas?
MUCHACHO. – Tu belleza no asusta.
MUCHACHA. – ¡Nadie a través de mí podrá nacer!… ¡Huiré!
MUCHACHO. – ¡Te persigo mientras el cielo hace agua!
MUCHACHA. – ¡Alcánzame!
(Ella huye. Él la sigue. Mutis).
*
BLANCA. – Ya hemos dado los primeros pasos.
ROJO. – Me puse traje de sangre.
BLANCA. – ¿Por qué?
ROJO. – Para que el público me conozca y sepa que yo sufro.
BLANCA. – Yo no temo al público… También nosotros somos público.
ROJO. – Y con deseos.
BLANCA. – Eso a todos nos obliga.
ROJO. – Tú eres responsable de que este asunto.
BLANCA. – Y tú el culpable.
ROJO. – Yo quiero una lucha cuerpo a cuerpo.
BLANCA. – ¿Para qué?
ROJO. – Para gozarnos.
BLANCA. – El viento quiebra las ramas…
ROJO. – Y ya no canta el ruiseñor.
BLANCA. – Cae encima de nosotros más arena.
ROJO. – Quedamos solos.
BLANCA. – Y culpables.
ROJO. – ¡Dime que has regresado por mí!
BLANCA. – Bueno, sí. Tú ruiseñor y yo paloma.
8
DUENDE:
Dejaos inflamar sin fingir orgullo
en la edad de la ilusión
bello es el amor.
9
SUFRE EL AUTOR
Personajes:
AUTOR
DIRECTOR
JULIETA
ROMEO
(En el centro de la escena, el Autor, cubierto por una tela roja que lo envuelve y amarra para mantenerlo colgado de los brazos, ahora coronado de espinas, también rojas. Se escucha una salva de aplausos).
AUTOR. – ¿Cuándo acabará todo?
DIRECTOR. – (Con un látigo que hace sonar). Cuando cese el tumulto que hay afuera.
AUTOR. – ¿Qué piden?
DIRECTOR. – Tu muerte.
AUTOR. – ¿Y no la tuya?
DIRECTOR. – Eres el primer culpable por ser el Autor.
AUTOR. – Y tú lo eres para mí como traductor de mi obra al escenario… Se habla de ti. Se te cuestiona; no obedeces a mis indicaciones, esas que te doy por escrito.
DIRECTOR. – Es que me niego a leerlas y aceptarlas. Quiero la muerte del Autor, para ser yo el que recibe los aplausos.
AUTOR. – Así te quedarás sin obras.
DIRECTOR. – ¡Crucificarte pide el Público!
AUTOR. – ¿Crucificarme?… ¿Quieren mi sangre?
DIRECTOR. – Julieta te dará la hiel, y Romeo te herirá el costado.
JULIETA. – ¡Déjennos salir al aire libre!
ROMEO. – ¡No más este aquí bajo la arena! ¡No nos corresponde! ¡No es lugar para el amor!
JULIETA. – ¡Para nosotros queremos un jardín!
ROMEO. – ¡Y un balcón bajo la Luna!
AUTOR. – ¡No me puedo liberar del Teatro del Alma y de la Luz!
DIRECTOR. – Ya es tarde. Están cerradas todas las salidas.
AUTOR. – ¡Y yo, enrojecido, crucificado, bebiendo mi amargura!
DIRECTOR. – ¡Cállate! ¡Acepta también tú ser un espantapájaros!
(Ruido y voces de afuera).
VOCES. – ¡Queremos existir! – ¡Queremos también ser personajes!
JULIETA. – ¿Qué está pasando afuera?
ROMEO. – Tenemos que salir a donde hay aire.
DIRECTOR. – Afuera la gente sigue armada. Son los cautivos ansiosos de escenario.
ROMEO. – Julieta, volvamos mejor a ser caballos.
JULIETA. – ¡Y escapamos!
(Romeo y Julieta salen. Silencio).
AUTOR. – Tengo sed.
DIRECTOR. – No queda agua… Afuera sigue la revolución. Aquí estamos hundidos en la arena…
AUTOR. – ¡Tengo miedo!… Bajo la arena también crecen los árboles… Hay también vida debajo de la arena.
DIRECTOR. – ¡Grita! (Azota al Autor).
AUTOR. – (Desgarrador grito del Autor). ¡Ayuda! ¡Ayuda!
*
AUTOR. – ¿Podré ser liberado de este suplicio?
DIRECTOR. – Ya han dado la tercera campanada para avisar que llegan los disfraces.
AUTOR. – ¡No me asustes!
DIRECTOR. – No hay que dejarse dominar por el pánico. La luz de la Luna ya se asoma sobre el monte. El fuego que avanza romperá las puertas.
AUTOR. – ¿Y los guardias?
DIRECTOR. – Olvidémoslos, si es que aún no han huido.
AUTOR. – ¿Qué haremos?
DIRECTOR. – No lo sé. ¡La actitud del público ha sido detestable! ¡No quisieron entrar!
AUTOR. – En algún momento habrá un toque de agonía.
DIRECTOR. – ¡El ruiseñor debería cantar en esta hora triste!
AUTOR. – No debí formar parte del drama.
DIRECTOR. – El Público tampoco.
AUTOR. – Lo mío son heridas en racimo. ¡No he sembrado ni un solo misterio!
DIRECTOR. – Tu Elena era un joven disfrazado.
AUTOR. – Yo la quise hermosa.
DIRECTOR. – Hizo mutis por el foro.
AUTOR. – ¿Y si me llevas al bosque?
DIRECTOR. – Ahí nos hundimos en el fango.
AUTOR. – Vamos. ¡Vamos pronto!
DIRECTOR. – Falta tu agonía.
AUTOR. – Haces sufrir a los cristales. Quiero entrar a la soledad del sueño.
DIRECTOR. – No habrá puerta de escape. Sujétate en mis manos.
10
AUTOR
Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la Luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.
Yo pronuncio tu nombre
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la lluvia mansa.
¿Te querré como entonces,
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la Luna!!
(Federico García Lorca. Si mis manos pudieran deshojar. 1919.)
CORO OCULTO. – Lo que vuela sobre aguas quietas, lo que se pudre bajo las caretas, se pone de color violeta.
12
AUTOR EN SU ESCRITORIO
y
CORO DE PERSONAJES ABANDONADOS
AUTOR. – No he podido resolver este asunto de hablas, en donde escondo mi grito. ¿Qué cortina usar, tras quién ocultarme mientras el viento me desnuda? El árbol se convierte en un huevo de serpiente. Lo que se muestra en el teatro sale de las humedades confinadas cuando los trajes y las máscaras hablan… Todo esfuerzo puede convertirse en un fracaso. Me he pasado días luchando con raíces extrañas… Difícil es lograr que un muerto en escena siga con vida… En el teatro NO se puede convertir un navegante en aguja de coser.
(Trajes, máscaras y fondos se derrumban. Queda visible el Coro de Personajes Abandonados).
CORO. – (Voces multiplicadas). ¡Aquí nos convertimos en sombras!
AUTOR. – ¿Qué dicen?
DIRECTOR. – Que son sombras. Un paisaje de arena reflejado en un espejo turbio… ¿Qué más vas a agregar?
AUTOR. – Se perdió el amanecer que necesitaba, por culpa del amor.
DIRECTOR. – Cuando tú dices amor yo digo asombro.
AUTOR. – ¿De qué te asombras?
DIRECTOR. – ¿Qué se puede esperar aquí, bajo la arena, si se abren puertas a la locura y se rompen las alcantarillas?
AUTOR. – Es rompiendo el único modo que tiene el drama de justificarse, cuando los muros se disuelven en gotas de sangre. El verdadero drama es un circo donde el aire y la luz de Luna entran y salen sin tener un sitio donde descansar. (Ruido). ¿Qué ocurre?
(La Bella Elena se adelanta).
ELENA. – Yo vengo del mar.
DIRECTOR. – La representación ya terminó.
CORO. – ¡Y nosotros seguimos esperando! ¡Justicia para todos! ¡Para los vivos y los por nacer!
ELENA. – Al otro lado todo sigue completamente oscuro… Tengo ganas de dormir.
DUENDE. – Dormir es sembrar.
DIRECTOR. – Está llegando público.
AUTOR. – ¿Y qué?
DIRECTOR. – ¿Lo hacemos pasar?
AUTOR. – Que pase… Y que ocupe el escenario…
*
CORO:
– Leñador, córtame la sombra.
– ¿Por qué nacimos entre espejos
– Quiero vivir sin verme.
– Leñador, córtame la sombra.
– Líbrame de verme.
Remberto Latorre es escenógrafo, diseñador teatral, dramaturgo y profesor titular jubilado de Diseño Teatral del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile
Nota: la imagen en destacado corresponde al montaje de El Público por Àlex Rigola en los teatros de La Abadía en Madrid y en e Teatre Nacional de Catalunya en la temporada 2015-2016.