
El teatro y la pandemia
Por Alvaro Pacull Lira (desde Santiago de Chile)Cuando los indicadores de contagio y muerte de la peste están a la baja y las señales de la autoridad son que estamos saliendo de lo peor de la crisis, vemos algunos tímidos ejemplos de reactivación de la actividad teatral en el país. Así, algunos centros universitarios o de poderosas instituciones, han abierto sus salas resguardando los aforos y protocolos para cautelar la seguridad sanitaria.
Por Alvaro Pacull Lira (desde Santiago de Chile) Cuando los indicadores de contagio y muerte de la peste están a la baja y las señales de la autoridad son que estamos saliendo de lo peor de la crisis, vemos algunos tímidos ejemplos de reactivación de la actividad teatral en el país. Así, algunos centros universitarios o de poderosas instituciones, han abierto sus salas resguardando los aforos y protocolos para cautelar la seguridad sanitaria.
Puede ser entonces el momento de hacer algunas reflexiones sobre lo ocurrido en estos largos meses. Sabemos que las ayudas gubernamentales al sector han sido precarias, lo que ha significado el deterioro laboral y como no el abandono de la actividad teatral de muchos. Durante este aciago tiempo el sector de la cultura se desgastó pidiendo una mano contundente, pero lo cierto es que para un grupo significativo esta no llegó. Esto implicará revisar prioridades y como no sincerar valoraciones. Las personas están cansadas de promesas incumplidas y la falta de coherencia abruma y pasa cada vez más la cuenta. No entender esto en un proceso de transformación cultural como el que vive Chile es un error de proporciones.
Por otro lado, apreciar la cultura, en este caso el Teatro, sólo para intereses sectoriales que brinden frutos al corto plazo y para utilidad de pocos, parece una fórmula agotada. El tiempo del político sacándose una foto con un actor en período de campaña o el posibilitar la exhibición de una obra para fines de mercadeo empresarial, se percibe como un placebo para un gremio históricamente afectado.
La realidad es que la mayoría de la producción teatral en Chile es gestada por compañías independientes, las que para posibilitar sus ideas creativas arriesgan capital con la esperanza de captar público que les permita pagar su inversión y los onerosos arriendos que la mayoría de las salas cobra, luego de ello viene la incierta repartición de utilidades, algo extremadamente comprometido con aforos limitados.
Desde luego ese no es el escenario de instituciones que cuentan con presupuesto asignado (propio o captado)para sus fines, allí la taquilla no es un factor determinante para la viabilidad financiera de la actividad. Es por ello que no es cauto confundir la naturaleza de los campos de acción para medir el éxito de las iniciativas y su persistencia en el tiempo.
Hace unos meses, por ejemplo, la Fundación Cultural de Providencia, levantó el telón del Teatro Oriente ocupando el fenómeno teatral para dar una señal simbólica de reactivación social, lo que presumiblemente impulsaría la circulación de la población y con ello el consumo en la comuna. El costo de la inversión del montaje, aunque este no tuviera impacto público, era marginal para los fines estratégicos y comunicacionales perseguidos. Algo similar puede estar ocurriendo con la actual reapertura de otros espacios similares, por ejemplo.
Así, quienes colaboran con iniciativas como la descrita tienen ingresos asegurados por honorarios y no forman parte de la mayoritaria realidad del medio, quienes en una situación como la actual se ven complicados de retomar actividades por las ya citadas complejidades que supone el límite de aforos. Lo dicho debiera implicar considerar a los estamentos competentes, el brindar ayudas sistemáticas con foco en los emprendimientos teatrales, materializadas en apoyos financieros, créditos blandos, subsidios y capacitación, entre otros.
Pero, desde luego, llevar a cabo medidas como las sugeridas, supone comprender la importancia del teatro y la cultura para las naciones; implica querer destacar el valor que aporta esta actividad en el desarrollo del país, el que no puede medirse y/ o evaluarse exclusivamente en rentabilidad de corto plazo. Debe ser un apoyo sostenido en el tiempo que permita al gremio ganar el músculo
suficiente para levantarse y proyectarse.
Alvaro Pacull Lira, actor titulado en la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile; licenciado en Estética de la misma universidad; diplomado de doctorado en Estudios Avanzados en Literatura Española, mención: Teoría, Historia y Práctica del Teatro de la Universidad de Alcalá, España y magíster en Comunicación Aplicada: mención Innovación y Creatividad de la Universidad del Desarrollo, Chile.