Las Niñas del Winnipeg

Por Francisco Javier Alvear (desde Tarragona, Catalunya). La obra Winnipeg (2020) se presentó en Tarragona el fin de semana en víspera de La Castanyada, luego de girar -con bastante éxito- por varios países de América Latina, festivales e importantes teatros de Barcelona y España. Se trata de una emotiva y correcta puesta en escena dirigida por Nolbert Martínez que retrata en voz de su protagonista, la Eulalia.

Por Francisco Javier Alvear (desde Tarragona, Catalunya)

La obra Winnipeg (2020) se presentó en Tarragona el fin de semana en víspera de La Castanyada, luego de girar -con bastante éxito- por varios países de América Latina, festivales e importantes teatros de Barcelona y España. Se trata de una emotiva y correcta puesta en escena dirigida por Nolbert Martínez que retrata en voz de su protagonista, la Eulalia, la peripecia de los refugiados españoles en Francia y su posterior traslado a Chile en el barco de ese nombre.

Winnipeg es el nombre del barco que fletó Pablo Neruda, desde las costas del sur de Francia hasta el puerto de Valparaíso, con más dos mil refugiados republicanos luego de la caída de Barcelona.

Allí fueron recibidos por, un entonces, joven médico de 27 años y ministro de Salud, Salvador Allende. Uno de los artífices del “Comité Chileno de Ayuda a los Refugiados Españoles”, que se planteó llevar ese país a Lorca, Hernández y Alberti. Tres de los grandes amigos del Nobel, que, recordemos, ejerció como cónsul de Chile en Barcelona entre los años 1934 y 1939.

La (re)presentación se llevó a cabo, en unas improvisadas instalaciones que la Sala Trono ocupa en el Teatre Metropol, con un éxito relativo de audiencia (dado lo que representa acá esta práctica cultural) a juzgar por la satisfacción expresada por los promotores de la obra.

Ahora bien, Eulalia, a decir verdad, es un ícono de muchas niñas que viajaron en ese barco. Una de ellas es Margarita Sancho que, con más de 90 años, aun se le puede ver admirando las actividades públicas de la ciudad, desde su luminoso piso en la Rambla Nova.

Ella efectivamente fue una de esas tantas Eulalias que cruzó con su padre los gélidos Pirineos, como pudieron y con lo puesto. Su padre, a la sazón, un joven abogado que oficiaba como juez en Barcelona, en cumplimiento de su última destinación del gobierno republicano en los tribunales de Via Laietana, antes de su caída.

”Neruda buscaba gente de oficios, contrariamente a los mexicanos, que querían intelectuales”, recuerda. Su padre se acercó al poeta, vestido de impecable traje de lino blanco, fumando pipa… Al tiempo en que éste le preguntó:

“¿Usted qué sabe hacer? Él, un tanto titubeante le respondió, soy abogado y juez, señor. ¡Excelente!, nos viene muy bien gente que sepa de carpintería. Adelante y bienvenido al Winnipeg”, le respondió Neruda -recuerda- y le dio una copia autografíada de su libro “España en el Corazón” (1937), impreso en el Monasterio de Monserrat con un papel hecho de camisas de soldados republicanos.

Margarita, con escasos nueve años experimentó el dolor de la guerra, la derrota y el éxodo; también, el incomprensible recibimiento francés y la apoteósica e inestimable recibida solidaria en Chile. La emoción y el llanto de su padre, al ver tan magnífico recibimiento y el grito de un chileno que le dijo,”¡no llore poh compañero! A su patria no má(s) ha llegá’o”. De fondo sonaban los acordes de El quinto regimiento… Un imborrable recuerdo que lleva guardado en lo más hondo de su alma.

Su padre con tan solo 42 años, morirá dos años después, dejando atrás a su querida hija y la promisoria carrera de juez, lograda con todo el esfuerzo y el tesón de los que no tienen nada para salir adelante, salvo ideas e inteligencia.

Margarita más tarde se casó y permaneció en Chile, junto a su familia, hasta poco después del golpe de Estado de 1973. Hasta cuando sus vidas se vieron seriamente amenazadas: “todos los días mataban a un amigo nuestro”, recuerda. Finalmente, no hubo más remedio y debieron marchar, esta vez de vuelta. La historia, una vez más, volvía a repetirse.

Margarita, no asistió a la representación de la obra. Hubiera sido un excelente momento para rendirle homenaje (entiendo que el Ajuntament de Tarragona le está preparando uno); pero quien, si asistió, en representación de Carmen Blasco, otra de las ‘niñas’ del Winnipeg, fallecida el 2012 en Barcelona, fue su hija Carmen. Su padre y esposo de Carmencita, Josep Piquera, fue uno de Los Solidarios de Durruti quienes, luego del sangriento asalto al Banco de Gijón de 1923, protagonizaron a sangre y fuego el primer asalto bancario de la historia de Chile. Un 16 de junio de 1925.

Los testigos señalaron a una banda de forajidos liderada por un hombre de buenos modales, alto y fornido, con un frondoso bigote y antifaz de cuero negro. Desconocían, por completo, que se trataba del anarquista español más célebre de la historia.

Por su parte Neruda, recordará así la historia del Winnipeg: “mi poesía en su lucha había logrado encontrarles patria. Y me sentí orgulloso. Tuve la dicha de ofrecerles en mi patria, el pan y el vino y la amistad de todos los chilenos. Que la crítica borre toda mi poesía, si quiere, pero este poema del Winnipeg que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”.

*Crónica publicada originalmente en el Diari de Tarragona, martes 16 de noviembre de 2021.

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