Taller de Clown Sagrado de Andrés del Bosque

Andrés del Bosque, uno de los más connotados teatristas iberoamericano, realiza otro de sus innumerables e imprescindibles talleres por lo largo y ancho del mundo y que vienen realizando con más intensidad desde que se retirara de la academia. Esta vez en Madrid. Tuvimos la oportunidad de acceder a los contenidos de la (auto) entrevista que se realizara como motivo de la actividad. Se trata de un profundo y erudito diálogo que sostiene con su entrevistadora, una especie de alter ego periodístico de del Bosque y que hasta ahora desconociamos absolutamente.

Por Andrés del Bosque (desde España)

Me preguntaban porque en el cartel voy pintado como en la ceremonia del Hain de
los pueblos selk’man del sur de Chile. Y, ¿Por qué llevo puesta la máscara de Polichinela si se trata de un taller de clown sagrado?

– Pues lo primero que tendría que decir es que esta imagen aparece en mi obra de bufón juglaresco llamada BA€NQÜ€RO$ (2014), que se basa en El mercader de Venecia de William Shakespeare. Es allí donde este bufón, Lancelot Gobbo, es el criado de Shylock su patrón, un prestamista judío que se empeña en cobrar a Antonio una libra de su propia carne regia. Este príncipe de los mercaderes venecianos ha pedido un préstamo de tres mil ducados a este acreedor hebreo, con el propósito de envolverlo en un juicio que acarrea ruina y calamidad al usurero. Es decir, que esta imagen proviene de una síntesis en un espectáculo, en los que se funden clown y bufón en la trama clásica de una obra de Shakespeare. Si olvidamos el enredo shakespeariano y nos concentramos en el criado de la imagen de marras, comprendemos que se trata de un tipo cómico que pertenece a la categoría de los sirvientes, es Lancelot Gobbo, (nombre que en sí mismo ya es un programa cómico, que connota la parodia de Lancelot, caballero heroico de la mesa redonda; pero con joroba, pues gobbo significa jorobado) es un tipo tragicómico, justamente una máscara de la comedia del arte: el famosísimo Polichinela napolitano. Si a esto agregamos que es justamente la máscara que recibí, como atributo de mi linaje cómico en la Scuola del Attore Cómico, en el año 2000 en Reggio Emilia, Italia, de manos del maestro Antonio Fava quien me bautizó con un oxímoron: comediante Sceticamente Fatalista (escépticamente fatalista), tenemos ya sobre el rostro, una máscara que nos autoriza por lo menos a investigar en esta ridícula dirección. Y el gorro cónico, embudo invertido que porta este arquetipo, nos permite conectar con lo sublime, con el olímpo que habita este tramposo, que se las arregla siempre, para burlar la fatalidad de su destino, con una existencia escéptica a la desgracia y, fatalmente llena de esperanza ante la gracia y la alegría. Estamos por lo tanto ante un trickster, figura de la trampa y el engaño al servicio siempre de los más débiles y del que padece la vicisitud, palabra esta última, que parece mezclar el vicio y la virtud y que denota: sucesos prósperos y adversos que se viven por la carencia y su correspondiente deseo de satisfacer plenamente la necesidad de aventura y supervivencia. Pues, es este antihéroe y sus vicisitudes los que toman carne en el Polichinela de la Comedia del Arte. De allí el personaje de la imagen. “Polichinela no designa un determinado personaje artístico, sino una colección de personajes, ligados entre ellos solo por un nombre y hasta cierto punto de una media máscara negra, de una camisola blanca y un gorro cónico de punta roma”. La afirmación no es mía sino de Giorgio Agamben. Mas describe el proceso artístico a través del cual se expresa este dispositivo y arcano enmascarado, capaz de contaminar diversas culturas. Es entonces genérico e individual a la vez.

¿Arquetípico tal vez?

-Este misterio cómico europeo que recibe el nombre de polichinela está vinculado a los clowns sagrados o bufones rituales, equivalentes a la figura del Heyoka entre los Hopis, del norte de México o al Kotaix de la ceremonia del Hain entre los Selkman del Sur de Chile. Un arquetipo de lo cómico.

¿Te parece muy peregrina la relación entre el Polichinela napolitano, el Heyoka de los
Hopis y Zuni y el Kotaix de los selknam o patagones?

– Entonces te parecerá también muy improbable, el peregrinaje de la colonización y su correspondiente genocidio;
pero sea lo que sea que te parezca, es un hecho que ese proceso de aculturación se aprecia en figuras como Guadalupe-Tonantzin o Xango-Juan Bautista. Pues sí, esta transculturación es ampliamente estudiada por etnólogos de aquí y de allá y claramente tuvo lugar y se produjo. Pues, los procesos de reparación, el arte de la risastencia y la declownolización ameritan un estudio minucioso de esta mescolanza de arquetipos, para descubrir que no todos nos reímos de lo mismo y, lo que a unos pocos les causa gracia, puede ser consecuencia de las desgracias de unos muchos. El rostro de una máscara de polichinela sobre el cuerpo de un payaso Heyoka o de un bufón Kotaix, sintetizan la pertinencia de esta investigación.

¿Cuál investigación?

– Una que tal vez te interese pues es sobre tu persona.

¿Sobre mi persona?

– Sí, has de saber que la rationalis nature individua sustancia, con la cual occidente ha desgarbadamente significado tanto lo divino como lo humano significa en el origen en latín simplemente “máscara”. Pues esto es lo que ha hecho Polichinela según Agamben. Ha abdicado de toda individualidad sustancial y abandonado sin remordimiento toda personalidad para ser integral y para siempre solo máscara y nombre. Es como es, sin haber elegido nunca serlo. Esta es una primera lección que aprende el que porta la máscara. Cree que va a utilizar ese dispositivo de cuero, sin darse cuenta de que es precisamente ese misterioso objeto arquetípico quien lo ha elegido, lo manipula y se expresa a través de su portador. Este fue uno de los descubrimientos de los cómicos de la Comedia del Arte quienes se consagran de por vida a una máscara cuando comprenden que el arquetipo los contiene y, es más grande que la persona. Antonio Petito, Eduardo Scarpetta, Eduardo de Filippo o Masimo Troissi son visitados durante su existencia por la exuberancia del polichinela. Si “persona” deriva de la palabra máscara y por lo tanto proviene, en última instancia, de la escena teatral, como hemos dicho y si los actores, con máscaras representaban a los hombres individuales en las comedias y tragedias también nosotros seres humanos, que podemos ser identificados con certeza por nuestra apariencia, seremos nombrados como personae por los latinos, sin embargo, los griegos llamarán a esa sustancia individual de naturaleza racional (la rationalis nature individua sustancia) con el término hipóstasis, mientras que nosotros a “falta de palabras”, hemos conservado el término que se nos ha transmitido y llamamos “personas”, lo que los griegos llaman “hipóstasis”. El carácter personal del sujeto moderno a la vez metafísico psicológico y político tiene su origen en la carencia de una palabra adecuada. Confundimos por lo tanto, persona con máscara, sin ser conscientes de cual máscara es la que nos habita y convencidos de que no portamos ninguna, cuando en realidad llevamos impreso en nuestro rostro una máscara inevitable que revela nuestras pasiones y la tendencia de nuestro carácter. Lo que pasa es que no la sabemos leer, hemos perdido la capacidad de advertir las intenciones que expresa el rostro del animal que tenemos enfrente, aunque muchas veces dependa de esta lectura nuestra vida. No llegamos a ser polichinelas porque nos creemos un melancólico Pierrot, pretendemos ser aislados tacaños como Pantalone, cuando somo unos Briguella buscapleitos. Rendimos pleitesía a Dottoresas de Bologna, en lugar de reírnos en su pedante cara. Y nos ofendemos y tomamos de modo personal, el que alguien observe que nuestra tendencia nos lleva a hacer regalos, y acciones altruistas como sistema de vida, que nos permita recuperar lo antes posibles esos donativos en forma de atención; porque nuestra carencia de amor debe ser compensada para que obtengamos el control y el poder sobre los demás, como la sirviente servida que es la Colombina. No soportamos si alguien nos llama imbécil cuando nos comportamos como un pelele en manos de las colombinas, mientras propagamos la idea de que ojalá todos fueran estériles por el bien futuro de la humanidad. Y nos indignamos porque estamos confundiendo máscara con persona. Puesto que no tenemos como los griegos la palabra hipostasis para darnos cuenta de que somos algo más que la máscara de nuestro ego. Y que no es nuestra rationalis naturae individua sustancia la que está siendo aludida. Y que el trabajo de conocer el si mismo es para alquimistas laboriosos. De modo que el γνῶθι σαυτόν (gnóthi sautón, conocete a ti mismo) de los griegos es tarea necesaria de cómicos y comediantes. Y puesto que la policía en los retratos hablados se ha interesado tanto en la fisiognómica, más nos valdría aprender a leer la máscara facial para conocer a los amigos y enemigos, por la cuenta que nos trae. Y así querida amiga has podido comprender este cartel. Un viejo pintado a rayas como los Kotaix de los selk’man del sur o los heyokas entre los hopis del norte significa que tal como se afirma en un libro titulado The Book of the Hopis [“El Libro de los Hopis” de Frank Waters. The Viking Press, Inc. Nueva York, 1963] los antepasados de los hopis provenían de un continente hundido que estaba en el océano Pacífico, y no en el Atlántico. Entonces, su vasto continente se hundió lentamente. Los llamados dioses, los katchinas, los ayudaron a navegar en sus pequeñas embarcaciones con sus barcos y así llegaron a Chile y desde Chile subieron por el continente sudamericano –Perú, Ecuador–, llegando finalmente a México y a los Estados Unidos donde se establecieron. Hoy viven en Arizona. Entonces sus mitos se refieren a un continente hundido en el océano Pacífico que fue su patria original. Esta migración de sur a norte del sustrato cultural austral se comprueba por la presencia de un conjunto de elementos simbólicos preservados en distintos contextos regionales que evidencian un origen común. De allí que los selk’nam y los hopis se pinten el cuerpo a rayas de forma muy parecida, basados en la preservación ritual de la memoria de dioses comunes.

¿Vale los clowns sagrados …pero y Polichinela?

– Puf, ¡qué pesada eres! Pero tienes razón vamos allá Sí. ¿Qué tiene que ver Polichinela con un clown sagrado?
Los vínculos entre la figura ancestral de Polichinela y su modo particular de comportarse como un payaso sagrado, que impide que la comunidad se tome demasiado en serio y de manera dogmática sus creencias, apuntan a que la función de esta máscara está precisamente en la frontera en la que el teatro se separa de la religión. Por ello es fundamental para comprender los límites del humor. Allí se encuentra la risa perdida, mordida por la furia del dogma que justifica las prebendas de los jerarcas religiosos y pellizcada por la soberbia de la razón pura, que justifican los privilegios de los tecnócratas e ingenieros del consentimiento. El conflicto entre Polichinela y la jerarquía sacerdotal es posible situarlo según Scafoglio en un tiempo mítico, precristiano y no cristiano, en un mundo exótico y salvaje: en una mítica Arcadia donde terribles sacerdotes sientan a Cetrulo, (otro nombre de polichinela) como chivo expiatorio para sacrificarlo al Dios Pan mientras él pide de comer. Los
sacerdotes lo constriñen a repetir la fórmula de una plegaria, que él pone patas arriba, ante la efigie del Dios. El dialogo entre Polichinela y el sacerdote es así y recuerda una clásica rutina de payaso:

Sacerdote: Eterna y Suma Luz
Pulcinelle: Linterna dame luz
Sacerdote: Mi falta ante ti se apoya
Pulcinelle: Me falta el gallo y la polla.
Sacerdote: Como usted bien ha observado
Pulcinelle: Con patatas y estofado
Sacerdote: Aquí por mí mism
Pulcinelle: Con ají me da lo mismo. (Scafoglio y lombardi, 1991. traduccion libre
Andrés Del Bosque).

Frase por frase Pulcinella traduce la formula religiosa en un discurso de voces e imágenes que remiten al universo de la comida, del sexo y de los excrementos, que forman un contrapunto irreverente y supersticioso a las palabras de contrición, ofrenda y sacrificio sugerido por el sacerdote. Entonces Polichinela enseña a llevar la máscara cómica con ligereza y gracia sin ofendernos cuando los demás se ríen de ella, porque nosotros no nos identificamos únicamente con la máscara. Sabemos cómo dice Antonin Artaud que el que usa máscara esta poseso por lo sublime y digno de aquellos que ya no están más. Es él mismo y también es otro. Un espíritu de doble existencia que reside en las máscaras y cuyo último descendiente es el actor. (El teatro y su doble. Barcelona: Pocket Edhasa. Artaud, 1978). Esta doble naturaleza es la esencia de nuestro oficio. Y por eso Polichinela no puede quitarse la máscara porque no hay rostro detrás de ella. Revoca, es decir cuestiona la falsa dialéctica entre la máscara y el rostro que ha comprometido al teatro y, con ello la ética occidental. Al interrumpir esta dialéctica, Polichinela descarta todo problema personal, descarta toda teología. Qué maravilla descarta, todo problema personal, porque se vuelve transpersonal. Festus informa que los antiguos actores de la farsa de atelana no estaban obligados como los otros histriones, a quitarse las máscaras en el escenario al final del espectáculo. Por esta razón se les llamaba “personates” como si la máscara fuera consustancial a ellos. La más célebre anécdota sobre Polichinela es la que cuenta Fausto Nicolini: de un lado, los saltimbanquis que interpretan farsas licenciosas y desenfrenadas, y del otro lado sobre un segundo tablado la prédica y parábolas de los curas que gritan disputando al público: Señores, dejen perderse a esos miserables, ese Pulcinella en torno al cual os apretujáis es solo un engaño –y mostrando el crucifijo agregaba – Este es el verdadero, el gran Polichinela. La Risa descendiendo de la cruz, permanentemente en la supervivencia, predicando la resurrección que vence toda muerte. Este vínculo entre Polichinela y Cristo y luego con San Genaro patrono de Nápoles era una característica de un catolicismo popular. Eran los joculatores Domini, quienes, desde la fundación de las Ordenes mendicantes, que tenían en común con los cómicos de plaza la mendicidad, “la vida errabunda, la pobreza, el histrionismo verbal y gestual, la búsqueda de los efectos cómicos, el uso del dialecto y la proximidad coloquial, representaban en suma el polo religioso de una misma cultura”, la de la plaza plebeya, los obreros y los actores de calle, aquellos competidores odiosos y envidiados que constituían el lado mundano: y en un contexto en el cual el sermón del cura, a pesar del tono apocalíptico y la cómica manía de destrucción terminaba por parecerse al discurso marginal del saltimbanqui, era fácil que lo sagrado se contaminara de lo profano. Este vínculo entre cómico, juglares y órdenes mendicantes será lo que desarrolla Darío Fó ampliamente en el Misterio Bufo. Los vínculos entre la figura ancestral de Polichinela y su modo particular de comportarse como un payaso sagrado que impide que la comunidad se tome demasiado en serio y de manera dogmática sus creencias, son ahora claras en la imagen del cartel querida amiga. Lo que reste por aclarar lo vemos en el taller.

*Andrés del Bosque, actor, dramaturgo, director, investigador hispano chileno, es doctor en Teatro y dueño de una larga y dilatada carrera docente en España como Chile.

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