
Nos deja “La Joan”
Estando en la capital española con Taku Tricot, quien me acompaña en guitarra, en esta inolvidable gira “Dejadme la esperanza”, Tarragona-Barcelona-Madrid (junto a una excelsa troupe de poetas chilenos) me llega un WhatsApp de Germán Berger que solo dice: “Murió Joan Jara”. Inmediatamente se me agolpan en la cabeza miles de recuerdos…
Por Mauricio Redolés (desde Madrid, España)
No creo equivocarme ni pecar de flipao si digo que fuimos amigos. Y pude amarla como uno ama a las buenas amigas.
La conocí en septiembre de 1975 en el Royal Albert Hall en donde se hacía una gran noche en solidaridad con el pueblo chileno, que devastado por el fascismo, seguía en pie luchando contra la dictadura de Pinochet y Guzmán.
Aquella lejana noche de hace 48 años, tocaban Inti Illimani, Quilapayún, Isabel y Ángel Parra entre otros y otras artistas. Yo había llegado exiliado a Londres, tres semanas antes de este recital, después de 21 meses de cárcel.
Como disciplinado militante de “La Jota” (juventudes comunistas), me puse a disposición del Partido (PC) y los compañeros me dijeron: “Anda a atender el stand del Chile Committee for Human Rights”. En el stand estaban Joan, a la sazón de 48 años y Manuela que tenía 15 años. Yo había cumplido hacía poco 22 años. Recuerdo con particular nitidez que en un momento apareció el actor Marcelo Romo, quien había llegado hacía poco a Londres (a mí me había tocado servirle un plato de tallarines, generoso en carne molida, a Marcelo en el Cuartel General de la Policía de Investigaciones; en donde yo me encontraba varado y él iba de paso a Inglaterra). Marcelo y Joan se abrazaron y lloraron. Palabras levemente susurradas, ojos húmedos. ¡Un momento imborrable!
Con el tiempo ingresé al grupo musical Mayapi en el cual cantaban Manuela y Mandy (a la sazón de 11 años). Siempre Joan las acompañaba a todas las actuaciones. Así fui conociendo el cariño por sus hijas, su carácter luchador, espartano, independiente, su sentido de humor incomparable y su enorme amabilidad.
Meses después, mi Partido, me dejó con la responsabilidad de ser el secretario político de “La Jota” en Londres. Como parte de esa responsabilidad me tocaba llevar las relaciones políticas con la compañera Joan. Organizamos los primeros festivales Víctor Jara que se hicieron en el mundo (creo que el primero se hizo en Holanda). A medida que pasaba el tiempo fue creciendo mi amor y admiración por “La Joan”. Recuerdo haber escrito dos poemas dedicados a ella, aunque su nombre no apareciera en el texto. Uno de los poemas estaba inspirado en una vieja fotografía que estaba en el living de su casa, tengo la impresión de que era una foto tomada en los primeros días de la llegada de Inglaterra. Era una fotografía en verde y negro, media descolorida, no sé si por efecto artístico o por el paso de tiempo. Me impresionaba en esos rostros la firmeza y ternura en la mirada de Joan, la dulzura en la mirada de Manuela, el candor en la mirada de Mandy.
A la vuelta a Santiago de Chile espero encontrar ese poema para publicarlo en algún medio. También había otro poema en que hablaba de la relación de Víctor y Joan. Ese poema lo publiqué en mi primer libro (Notas para una contribución a un estudio materialista sobre los hermosos y horripilantes destellos de la (cabrona) tensa calma. Budapest 1983). En ese poema intentaba retratar ese encuentro entre la bella bailarina inglesa y el joven trovador revolucionario. Una historia de amor brutalmente truncada por el fascismo. Una unfinished song como se tituló en inglés la primera edición de las memorias de Joan.
Era una inglesa que dio una tremenda lección a chilenas y chilenos de cómo luchar por nuestra dignidad. Su incansable lucha, junto a Manuela y a Amanda, para que se hiciera justicia por el crimen de Víctor, quedará para siempre en la historia de Chile.
Mauricio Redolés
Creo, sinceramente, que el halago más grande que alguna vez recibí en mi vida con respecto a mi música y mi poesía lo hizo Joan una tarde en su casa de Kiver Road en el norte de Londres, a propósito de las canciones que presentaba en los Festivales Víctor Jara, Joan me dijo: “A Víctor le habrían gustado mucho tus canciones”.
A fines de la década del 70, Manuela se casó con un joven chileno, el querido músico Samuel Durán. Se hizo una gran fiesta en la casa de Kiver Road, y yo estaba tan feliz que me emborraché de una manera brutal. Cuando fui a ver a Joan para ofrecer disculpas por mi incorrecto comportamiento, ella no paraba de reírse y comenzó con una descripción del estado en que yo me encontraba que dio pie para que yo escribiera el poema Sucedió que me emborraché en un casamiento, con un epígrafe que decía “Para Joan Turner, quien siempre lo recuerda”. Su risa, que incluso llegaba a las carcajadas, cuando le leía este poema, es otro recuerdo imborrable que tengo de la Joan.
El año 1981, ella viajó a Chile desde Londres, con Mandy a ver a Manuela, quien ya vivía en su país, y me preguntó si podía quedarme cuidando su casa. Acepté gustoso, pero no fui un buen cuidador. Joan tenía un par de gatos que se rebelaron contra mi presencia, se rompió una cañería y yo no llamé al fontanero a tiempo. Nevó mucho en diciembre de ese año y aparecieron goteras en la casa. Entre las heces de los gatos, las goteras y la cañería rota, azorado yo le daba explicaciones a Joan y ella no paraba de reír.
Cuando volví a Chile en 1985 la llamé para saludarla y un par de semanas después Joan me dijo: “Tienes que venir a mi casa a comer el viernes”. Agradecí la invitación y le dije que no podía porque me encontraba recién acomodándome en Santiago. Me insistió: “Es que tienes que venir, pues es una cena que yo estoy preparando para darte la bienvenida a tu país”.
De su talento, no queda solo en ello de su enorme maestría y calidad como bailarina. También Joan lo tenía como escritora y como oradora. Recuerdo con particular asombro sus sencillas y profundas palabras en el discurso de agradecimiento que hizo en el Palacio de la Moneda, cuando el gobierno de Michelle Bachelet le entregó la nacionalidad chilena por gracia (2009). Y también tengo presente sus recuerdos cuando hizo uso de la palabra en el funeral para despedir al querido José Miguel Varas. La nitidez, la economía en palabras y la precisión eran sus características. Cuando terminó el libro Víctor Jara, An Unfinished Song (1983), se lo entregó al académico chileno Ricardo Figueroa para que le diera una opinión. Ricardo me comentó después, “Joan no solamente ha hilvanado sus recuerdos, sino que además lo ha hecho de manera magistral. Joan no solamente escribe, ella es una escritora”. Alguna vez se lo comenté, ella se encogió de hombros, sonrió y me dijo: “No es para tanto”. No con falsa modestia, no con simulaciones, sino con la sinceridad que le era tan habitual.
Así era la Joan, generosa, única, divertida, llena de vida… Pero lo principal, era una inglesa que dio una tremenda lección a chilenas y chilenos de cómo luchar por nuestra dignidad. Su incansable lucha, junto a Manuela y a Amanda, para que se hiciera justicia por el crimen de Víctor, quedará para siempre en la historia de Chile. Parafraseando a Vicente Huidobro habría que decir, que “una mujer pasó por esta tierra y la dejó cálida por muchos años”.
*Mauricio Redolés, es un destacado poeta y músico chileno.
Artículo publicado, también, en el Diari de Tarragona.